¿Hacia un nuevo paradigma en Educación?

Los debates sobre la reforma educativa parecen oscilar entre dos polos que no encuentran una solución dialéctica aceptable. Por una parte, desde posiciones conservadoras -cada vez más radicalizadas, dicho sea de paso- se alzan con fuerza voces que defienden el retorno a una enseñanza disciplinaria y homogeneizadora, con una división clara entre el papel educativo de la familia y la función instruccional de la escuela.

Desde esta perspectiva, el pasado se recupera idealizado, pensando que este tipo de respuestas dieron buenos resultados e ignorando que también tuvieron sus quiebras y fracasos; y el pasado se presenta como solución a los problemas del presente, pasando por alto los profundos cambios que han experimentado las sociedades, interpretados a menudo en clave de decadencia provocada por las políticas educativas «progres», causantes no solo del fracaso educativo sino también de la degeneración moral y la fragmentación de la sociedad en identidades enfrentadas.

En las izquierdas, sin embargo, es difícil encontrar una propuesta articulada e integradora de las distintas corrientes pedagógicas que la componen, más allá de un punto de convergencia general en torno a valores como la igualdad, la inclusión educativa, el respeto a la diversidad, la flexibilidad, la adaptación a los distintos tipos de alumnos y la innovación pedagógica.

Desde estas posiciones es frecuente encontrar propuestas que absolutizan esos valores en torno a planteamientos particulares y excluyentes, no pocas veces con un cierto aire sectario. La educación se concibe muchas veces como el camino hacia una sociedad diferente, de sujetos emancipados, dejando de lado que el alumnado necesita también adaptarse con autonomía y éxito a la sociedad del presente.

Pero no está claro que ninguna de estas dos perspectivas se esté haciendo cargo de la complejidad que revisten el mundo actual y los seres humanos que lo componen, donde están aconteciendo profundos cambios a múltiples niveles interdependientes -económico, político, biológico, sociocultural- que aún es difícil ponderar. Tampoco parece que, desde estas posiciones, sea fácil entender la educación como un conjunto heterogéneo de sistemas y procesos que, en relación dialéctica, contribuyen tanto a la reproducción como a la transformación de las sociedades y que ambas cosas son necesarias pero siempre problemáticas.

Creo que necesitamos esquivar esquemas de pensamiento polarizados y dogmáticos, del signo que sean; y afrontar el reto de la reforma educativa con paciencia, humildad, investigación científica y mucho diálogo, sin perder de vista que la mejora de la educación no puede concebirse aislada de otras reformas políticas, económicas y culturales. Nada de esto escapa a la confrontación entre distintos sistemas de valores, visiones del mundo y proyectos de sociedad, pero conviene encontrar puntos de integración y equilibrio entre ellos, de manera dinámica, en permanente estado de negociación, pero logrando acuerdos. La polarización dogmática se cobra precios muy altos que pagan, principalmente, los sectores sociales más vulnerables.

F. Javier Malagón Terrón

La activación del cambio

Las crisis provocan que se activen, a veces de manera sorprendente, procesos de cambio en organismos e instituciones. Esto puede valorarse como positivo, pero también es cierto que en las crisis se pone en juego su estabilidad, factor que ningún político o gestor debe ignorar, mucho menos si quiere acometer reformas con éxito.

La aceleración de los cambios bajo condiciones de crisis también presenta otro desafío: muchas medidas se operan precipitadamente, excluyendo el debate y la participación democrática en torno a ellas y generando costes e ineficiencias que podrían haberse evitado «viendo las cosas venir».

Existen políticos, gestores e intelectuales a los que les incomoda hablar de «lo viejo» y «del futuro lejano» pues consideran que lo más práctico es atenerse al presente, al «aquí y ahora». Este presentismo solo aparenta ser más práctico, y puede que a veces lo sea, pero no por ello siempre es más útil.

Muchos problemas sociales y organizacionales son complejos; encontrar la mejor respuesta posible exige tiempo y esfuerzo intelectual para comprender su origen y su evolución.

Además, a las grandes cuestiones sólo se les puede dar respuesta en procesos proyectados hacia el futuro a corto, medio y largo plazo, creando, progresivamente, condiciones que no existen.

De ahí la importancia del estudio, la reflexión y el debate sobre los cambios sociales y organizacionales mucho antes de que se produzcan las crisis, o las «ventanas de oportunidad», que aceleran su transformación.

Anticiparse contribuye a que los procesos puedan ser más democráticos, eficaces y eficientes, aunque las reformas tarden en implementarse. En esto las trabajadoras y los trabajadores intelectuales tenemos un importante papel que desempeñar.

F. Javier Malagón

La normalidad será otra

Si nada se tuerce, a mediados de 2021 en España se habrá vacunado, aproximadamente, a 20 millones de personas. Cabe preguntarse por qué otros países van a ir más rápidos que nosotros en este aspecto; pero, sin duda, no deja de ser una buena noticia.

Sin embargo, ¿lo que nos espera después es un retorno a la «normalidad» de antes de la pandemia? Creo que no y opino también que conviene pensar en ello con anticipación, tanto para adaptarnos mejor como para influir en la trayectoria de los cambios que probablemente acontezcan.

Primero, está por ver si las vacunas van proporcionando el resultado esperado. En segundo lugar el virus puede mutar y, aunque esté bajo mayor control, durante años puede ser en un problema crónico con el que convivir y del que protegerse. En tercer lugar, el efecto «estemos más tranquilos, ya tenemos vacuna» puede, paradójicamente, aumentar los contagios y los fallecimientos si se relajan las medidas de autoprotección. Por último, incluso aunque se controle el virus y se recupere la economía del país, las secuelas en la salud y en la economía de las personas van a ser profundas y duraderas, aumentando la vulnerabilidad al virus y a otros males.

De ser así, estamos ante un peligro del que habrá que protegerse a medio y largo plazo combinando la vacunación periódica y el mantenimiento de pautas que generen distanciamiento social, quizás no tanto como en los momentos más duros de la pandemia pero sí en alguna medida más que en la época anterior a ella.

Deberíamos tener esto en cuenta para seguir reformando nuestros estilos de vida, organizaciones y prácticas sociales. Uno de los aprendizajes fundamentales que deberíamos extraer de esta pandemia es que en nuestra época también pueden producirse fenómenos de naturaleza catastrófica cuya magnitud hagan saltar las costuras de los sistemas de seguridad y protección social de nuestros países.

Mala cosa si se cree que esto solo ha sido una pesadilla pasajera de la que simplemente vamos a despertar gracias a las vacunas. Tampoco nadie ha dicho que esta vaya a ser la última gran desgracia de nuestro tiempo; más bien la comunidad científica no deja de avisarnos de todo lo contrario. Podemos y deberíamos desear lo mejor, pero hay que prevenir lo peor.

No conviene imaginar que la Covid-19 se vaya a convertir en una «gripe» más. Tampoco la gripe fue durante muchas décadas una enfermedad leve ni aún hoy lo es para muchas personas (sobre todo de avanzada edad), aunque haya vacunas. Todavía hay muchas lagunas de conocimiento e incertidumbre con relación a la Covid-19 como para confiarse y relajar la protección al menos durante toda la década que está a punto de empezar.

El precio de hacerlo, de vivir sin miedo a la Covid-19 por el hecho de que ya tengamos vacunas, pueden ser muchas vidas segadas, sobre todo las de las personas más vulnerables por razones de edad, salud y/o situación socioeconómica. Simplemente, no puede darnos igual que la gente muera, bien por exceso de confianza o porque sea un precio inevitable a pagar para que siga funcionando la economía. Es un mandato moral básico que debemos encontrar mejores alternativas.

Lamentablemente, a la vista de muchos comportamientos a los que estamos asistiendo, está claro que a una parte no pequeña de la población le trae al pairo lo que le pase al vecino mientras que a él no le afecte. Pero esta forma de barbarie no puede darnos igual a quienes creemos en una democracia civilizada, sostenible y humanista.

Si hay que argumentarlo en términos darwinistas, para la especie humana cooperar y preocuparse por la supervivencia de los más débiles ha sido y es lo más adaptativo al cambio. No son los individuos más fuertes los que sobreviven, sino los que mejor se adaptan. En el caso de los seres humanos no es el individualismo, sino la cooperación y el sentido de responsabilidad hacia los demás lo que nos hace como especie más fuertes, resilientes y adaptativos al cambio.

El cortoplacismo político y empresarial, las visiones estrechas de quienes piensan sólo en «lo suyo», el optimismo ingenuo y la falta de anticipación para aprovechar oportunidades y protegerse de amenazas abonan las trayectorias reaccionarias que nos deshumanizan.

En cambio, ver venir los nuevos escenarios y prepararse para adaptarse a ellos no sumisa, sino críticamente, son condiciones necesarias que facilitarán la mejora social en todos los aspectos: mejores democracias, mejores economías y mejores personas.

La quinta opción

El pasado domingo 5 de julio el diario El País publicó un interesante artículo de Daron Acemoglu bajo el título «El Gobierno que querremos». El catedrático de Economía del MIT exponía en él cuatro opciones a seguir por las sociedades a raíz de la pandemia.

La primera opción consistiría en continuar como si nada hubiera sucedido, sin hacer ningún esfuerzo serio por corregir las graves vulnerabilidades que el Covid-19 ha puesto de relieve.

Como segunda opción podría acometerse una renovación del Estado «con características chinas», es decir, restringiendo libertades y aumentando el control sobre la población.

La tercera opción pondría en manos de las grandes compañías tecnológicas la respuesta a las necesidades sociales.

La cuarta, finalmente, sería acometer una renovación y fortalecimiento del Estado del bienestar profundizando la democracia mediante la corrección de inequidades, una mayor participación de la ciudadanía y una rendición de cuentas más transparente.

Acemoglu vaticina graves consecuencias si se toma cualquiera de los tres primeros caminos; y apuesta por la cuarta opción, difícil pero necesaria.

Para respaldar la viabilidad de esta alternativa utiliza como referente el nacimiento del Estado del bienestar después de la Segunda Guerra Mundial.

Aunque el esquema que propone el autor es muy general muchos demócratas, a izquierda y derecha del espectro político, coincidiremos en que lo ideal sería hacer prosperar la cuarta opción, pues cualquiera de las otras implicaría un grave deterioro o la desaparición de la democracia liberal tal como la hemos conocido.

Con el planteamiento de Acemoglou podríamos alinearnos la mayoría de los ciudadanos españoles y europeos. Entonces ¿De dónde viene la dificultad? Ciertamente, existen graves problemas estructurales, poderosos intereses e inercias que presionarían en otras direcciones.

Pero, siguiendo el razonamiento del autor, igual que ya ocurriera en el pasado también podrían forjarse poderosos acuerdos que lograran reconducir las sociedades de manera más virtuosa.

Todas las tendencias que señala Acemoglu son reales en cuanto que ya están operando como fuerzas en el tablero de la historia, dentro de cada país y a nivel internacional. Es posible que en algunas sociedades se escoren claramente hacia unas opciones, más que otras; y ojalá que la renovación y fortalecimiento del Estado del bienestar sea el camino más transitado.

Sin embargo, me temo que en otros lugares asistiremos a una mezcla ambigua y confusa de todas ellas ¿Por qué debería ser así? Pandemia mediante, pocos se aventurarán a poner en cuestión la necesidad de un Estado fuerte que impulse de nuevo la economía, proteja eficazmente a sus ciudadanos y que, al mismo tiempo, preserve y expanda sus derechos y libertades.

En España creo que la dificultad no estriba en aceptar teóricamente este planteamiento como lugar común en el que distintas corrientes ideológicas y sectores políticos y sociales pudieran encontrarse.

El problema está, a mi juicio, en aceptar que «el otro distinto» pueda querer algo parecido o próximo a lo que queremos nosotros… y fiarnos de él. Hay que diferenciarse a toda costa.

La demonización del adversario político y la falta de confianza entre «diferentes» han generado un círculo vicioso que se retroalimenta y que, de momento, no parece dejar de crecer.

Algunos signos positivos, entre otros, son los acuerdos a los que han llegado sindicatos, patronal y Gobierno pero van a venir tiempos muy duros que pondrán a prueba la fortaleza de éstas y otras costuras.

La cultura del bloqueo político y la polarización que se ha instalado en nuestro país podría dar al traste con un proyecto estratégico de renovación del Estado del bienestar con el que la mayoría de los ciudadanos estaríamos de acuerdo, aunque las fuerzas políticas lo estuvieran por separado.

Pero cada vez cuesta más, sobre todo a los políticos, ponernos de acuerdo con nuestros adversarios sobre aquello en lo que con relativa facilidad podríamos ponernos de acuerdo porque es, básicamente, de sentido común.

En mi opinión, al esquema del reputado economista turco-americano le falta una quinta opción, que no es otra que la combinación de todas las anteriores.

Si los vetos cruzados, la política de bloques irreconciliables y los intentos de criminalización del adversario siguen imponiéndonos su hegemonía, me temo que en nuestro país lo más probable es que el resultado sea la mezcla ambigua, confusa, inestable y de consecuencias desastrosas de las cuatro opciones que con acierto ha señalado Acemoglu.

La ética de principios y la ética de la responsabilidad deben conjugarse para no inmolarnos todos juntos en el Altar de los Tontos. Si has visto Juego de Tronos entenderás esto: Se acerca el invierno… y los Caminantes Blancos están a las puertas.

No se trata de eliminar la lucha ideológica ni la legítima dialéctica entre Gobierno y Oposición, sino de abandonar de una vez por todas el cainismo con el que este país se dispara una y otra vez en los pies, tanto en el izquierdo como en el derecho; solo que esta vez puede que el tiro afecte a partes más vitales del mismo cuerpo.

Desafección ¿nueva brecha social?

La desescalada del confinamiento y la llegada de la «nueva normalidad» están ofreciendo una imagen del comportamiento social de una parte de la población muy distinta a la que conocimos semanas antes cuando apenas nadie podíamos salir de casa.

Soy de los que creen que la mayoría de la población estamos demostrando -y seguimos haciéndolo- un alto nivel de disciplina y sentido de la responsabilidad para reducir los contagios. Sin embargo, aunque sean minoría no son pocos quienes actúan priorizando sus deseos y su propia comodidad, sin usar mascarillas ni respetar la distancia interpersonal, aunque se pongan en peligro a sí mismos y a otras personas, incluso a sus seres queridos.

No estoy hablando sólo de adolescentes, sino de gente de todas las edades. Focalizar el problema en los más jóvenes es un error pues, si bien es cierto que no es difícil ver por las calles grupos de chicos y chicas sin mascarillas y sin mantener distancias de seguridad, el fenómeno es bastante más amplio desde un punto de vista generacional.

Apenas hemos ganado el primer asalto del Covid-19 y en el intento se ha llevado por delante, en apenas tres meses, la vida de más de 30.000 personas sólo en nuestro país. Nos repiten por activa y por pasiva que el futuro es incierto y que no podemos descartar rebrotes y retrocesos en esta guerra. Los medios de comunicación informan constantemente del avance del virus en el mundo y del goteo diario de hospitalizados y fallecidos. Pero no parece suficiente para que algunos se tomen la molestia de comportarse responsablemente.

Esta realidad tiene consecuencias que no se limitan al riesgo de propagación de la pandemia y a las consecuencias sanitarias, económicas y de organización social en general que de ello se derivan. Afecta también a las relaciones sociales, a la confianza entre las personas. Cuando salimos a la calle no podemos pasar ya por alto quienes llevan mascarilla y quienes no, quienes respetan las distintas interpersonales y quienes no lo hacen.

Muchos de quienes nos esforzamos en seguir las medidas de protección sentimos enfado, desasosiego e impotencia al presenciar la conducta insolidaria de nuestros conciudadanos. Ha nacido una nueva división social, perdemos cohesión moral para cuidar del prójimo y esto puede afectar de manera muy negativa a cómo enfrentemos futuras crisis epidémicas o del tipo que sea.

Basta escuchar a los profesionales de la sanidad; o a quienes han pasado la enfermedad ingresados en hospitales y UCI; o a los que han perdido a sus familiares y amigos; o a los policías, bomberos y personal esencial que han visto de cerca la tragedia. Muchas de estas personas se lamentan por la poca cabeza, el nulo respeto y el profundo egoísmo de quienes incumplen las recomendaciones y prescripciones que salvan vidas.

¿Cómo nos comportaremos en el futuro si la pandemia se recrudece? ¿Los profesionales de los que dependemos mostrarán el mismo celo para salvar vidas que durante la primera atacada del virus? ¿Será igual la solidaridad con los enfermos cuando estamos presenciando que los contagios se producen en muchos casos como consecuencia de reuniones y comportamientos sociales inapropiados en estas circunstancias?

No estaría de más introducir estas preguntas en la conciencia de la población. Quienes intentamos seguir las normas necesitamos luchar contra la desafección que nos producen nuestros conciudadanos irresponsables; y éstos necesitan no dar por descontado que, llegado el momento, la sociedad vaya a solidarizarse y a luchar por ellos con el mismo compromiso que en el pasado.

¿Robotizar la función docente?

El salto a la formación en línea que los docentes estamos experimentando a causa de la pandemia invita a reflexionar sobre si es un paso más en la tendencia a la robotización de nuestras funciones, me refiero a la progresiva introducción de la Inteligencia Artificial avanzada (machine learning) en las tareas que hasta hoy venimos realizando maestros y profesores.

La mayoría del profesorado nos hemos sumergido en el aprendizaje acelerado de nuevas herramientas digitales para continuar trabajando online. Y, ante la incertidumbre de la vuelta a las aulas estamos diseñando estrategias que nos permitan virtualizar las asignaturas todo lo posible, según la materia que impartamos.

La adaptación a las circunstancias obliga a dar un salto en una tendencia que progresaba relajadamente en gran parte del sistema educativo español. Lo que le espera a la enseñanza no será retornar a la presencialidad conocida antes de la pandemia, sino un sistema mixto donde lo presencial tenderá a utilizarse para todo aquello que no se pueda resolver bien en Internet.

Las dinámicas presenciales son importantes, pero sería erróneo limitar la presencialidad al trabajo en el aula. Una disminución del tiempo presencial en clase permite mayor flexibilidad de horarios para participar en dinámicas de enseñanza/aprendizaje fuera del aula e, incluso de los centros, aprovechando mejor las zonas urbanas y rurales como espacios educativos.

Con esto quiero decir que los cambios en los modelos educativos pueden ser positivos si somos capaces de aprovechar las oportunidades que ofrece la transformación digital para utilizar también de otro modo lo analógico. Pero hay temas de futuro, a diez años vista, que conviene situar ya en perspectiva, aunque parezcan lejanos.

Es el caso de la aplicación de la Inteligencia Artificial al trabajo educativo. La IA es útil para la identificación y el análisis de patrones de comportamiento y la toma de decisiones sobre la base de ingentes cantidades de datos (Big data), los cuales se generan trasladando a Internet muchas prácticas sociales, entre ellas las educativas.

A corto plazo la transformación digital de la Educación supondrá para los docentes mayores volúmenes de información a gestionar y mayor tiempo de dedicación a nuestra propia formación, presión que será «aliviada» por la IA. La tecnología informacional, además de aportar ventajas, genera también problemas cuya aparente solución estriba en la aplicación de tecnología más avanzada, manteniendo viva así la lógica capitalista de la innovación.

En esta dinámica de solucionismo tecnológico la tecnología ofrece la posibilidad de «liberar» al ser humano de cargas pesadas o materialmente inasumibles. El lugar -o «no lugar»- que se asigne a las personas con respecto al cambio tecnológico es una diferencia clave entre modelos de sociedad a la hora de aplicar la tecnología -y la IA en particular- a la solución de necesidades.

La cuestión no es si la IA es buena o mala, sino a qué fines se aplica y cómo son re-colocadas las personas a causa de su implantación. Son los actores políticos y económicos (empresarios, empleados y consumidores) los que vamos tomando decisiones. En el ámbito del sistema educativo hay que optar estratégicamente por la posición en la que se quiere colocar al profesorado.

Creo que lo más racional y útil es optar por una adaptación crítica de la que puedan derivarse enfoques y prácticas para aplicar la IA al ámbito de la Educación con criterios humanistas. Es un proceso imparable, al margen de que en él apreciemos oportunidades y/o amenazas. Pero es una buena noticia que aún (insisto en lo de «aún») admita distintas trayectorias.

Dos aspectos que, a mi entender, marcarían una importante diferencia son: a) La conciencia por parte del profesorado de ser actores con poder dentro de un proceso global inexorable, con pros y contras, pero susceptible de trayectorias diversas ; y b) la pro-actividad y el protagonismo del profesorado para influir en ese proceso, trabajando en equipo y en colaboración con las comunidades educativas y con otros actores sociales.

Los peores escenarios están asociados a una adaptación al cambio digital basada en la fragmentación, individualización y precarización de los esfuerzos docentes. El trabajo en equipo y la colaboración en red del profesorado, junto con otros actores, en el proceso de transformación digital y mixta de la Educación me parece una de las condiciones necesarias para incorporar positivamente en los próximos años el enorme potencial que la IA aporta a la enseñanza.

F. Javier Malagón

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Malagón, F.J., 2020. “¿Robotizar la función docente?”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/05/19/transformar-municipios-y-escuelas/> [Último acceso …/…/… ]>

Sueños y pesadillas

La pandemia alimenta sueños y pesadillas. Es posible que esto haya sucedido antes y que suceda en todas las crisis. Nuestro cerebro se excita con las señales que ponen en cuestión los patrones heredados y responde a la incertidumbre imaginando futuros que creemos posibles.

Somos un animal imaginativo cuyas representaciones mentales producen consecuencias en ocasiones hermosas, otras veces trágicas, de ahí qué la cultura y la educación no sean cuestiones menores cuando se trata de evaluar con responsabilidad nuestros actos.

Nuestra naturaleza nos impulsa a imaginar. Es un recurso útil para sobrevivir, pero no siempre bien utilizado. Nuestra imaginación también puede crear espejismos, es decir, creaciones mentales que nos producen una intensa sensación de que la realidad que deseamos está «al alcance de la mano».

Las crisis propician grandes visiones con las que impulsarnos hacia adelante, sueños que pueden transformarse en proyectos cuya consecuencia es que la democracia avance y se incremente la salud y el bienestar de las generaciones actuales y futuras.

Pero en las crisis también cobran fuerza propósitos que, bajo alguna promesa de salvación absoluta, terrenal o metafísica, justifican que la vida -especialmente la de los demás- sea inmolada en el altar de los Grandes Ideales.

Apreciar esta diferencia aglutina a las personas con mentalidad demócrata y las separa de quienes anteponen el fin a los medios. Conviene prestar atención porque es una línea que aparece donde menos lo esperas.

F. Javier Malagón

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Malagón, F.J., 2020. “Sueños y pesadillas”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/05/19/transformar-municipios-y-escuelas/> [Último acceso …/…/… ]>

Transformar municipios y escuelas

El pedagogo y activista por los derechos de la infancia Francesco Tonucci propone aprovechar la crisis provocada por el Covid-19 para «reinventar la escuela». Como impulsor del proyecto La ciudad de los niños es, además, un destacado defensor de la participación de los niños y las niñas en la transformación de las ciudades.

Las circunstancias provocadas por la pandemia justifican que nos preguntemos cuáles van a ser sus efectos a medio y largo plazo en el sistema educativo, por ejemplo: ¿Habrá más enseñanza en línea y menos horas presenciales en la escuela? ¿El profesorado tendrá menos alumnos por clase? ¿Los horarios escolares serán distintos de los que hemos conocido? ¿En qué medida y cómo se realizarán excursiones y salidas grupales fuera de los centros? ¿Qué personas, además de los miembros de las comunidades educativas, podrán entrar en los centros para colaborar en sus actividades? Etc.

También podemos preguntarnos qué evolución experimentarán las ciudades: ¿Se reducirán las relaciones presenciales en favor de la comunicación online y la automatización de procesos? ¿Disminuirán lo grupal y lo masivo en aras de una mayor individualización y fragmentación de las interacciones sociales? ¿Los contactos tenderán a ser más selectivos? ¿Qué características adoptarán los espacios públicos? Entre otras muchas cuestiones.

Los cambios irán en unas direcciones u otras según lo que las sociedades y sus instituciones vayan decidiendo. Aunque seamos capaces de analizar tendencias, el futuro puede ser de muchas maneras distintas. Dependerá, no sólo de qué preguntas y respuestas aplique cada sociedad a la comprensión y solución de sus necesidades, sino también de la manera en que la ciudadanía participe de los debates y las posibles soluciones.

Involucrar activamente a la población en los procesos de cambio podría profundizar la democracia, siempre que existan mediaciones eficaces que faciliten la construcción de acuerdos. Sin embargo, es seguro que sustraerle a la gente la posibilidad de pronunciarse sobre los cambios sociales debilitaría la democracia. La dificultad para generar cohesión social y construir consensos por vías democráticas puede conducir a que distintas formas de autoritarismo acaben pugnando entre sí.

Los municipios y las instituciones educativas (escuelas, institutos, universidades) son, a mi juicio, instancias mediadoras imprescindibles para encauzar con éxito la gestión democrática de las reformas sociales, entre otros motivos por su capacidad para potenciar el protagonismo y la participación de los jóvenes.

La cultura de la mediación, entendida en un sentido amplio, es necesaria para hacer productivas las tensiones sociales, como se ha podido comprobar a nivel comunitario y en entornos educativos. El papel de los parlamentos, partidos y medios de comunicación no es suficiente. Necesitamos el papel corrector de otros subsistemas que, junto con los agentes sociales tradicionales (sindicatos, empresarios, asociaciones) puedan compensar la polarización a la que los primeros han llegado.

Podemos empezar por debatir en pueblos, ciudades, barrios y centros educativos los valores fundamentales sobre los que queremos construir el futuro ¿Sobre qué principios éticos deben replantearse las relaciones sociales en nuestras localidades y centros de enseñanza? ¿Cómo pueden colaborar en adelante los municipios y el sistema educativo para promover interacciones humanas útiles, solidarias, democráticas y eco-sostenibles en un periodo histórico de tanta incertidumbre?

Comienza una época en la que muchos aspectos de la vida cotidiana tendrán que enfocarse de otras maneras y tendremos que avanzar a tientas, experimentalmente, sin que sepamos de antemano qué funcionará mejor o peor. La educación de niños y jóvenes puede experimentar una mejora notable si escuelas e institutos se implican en los cambios sociales, empezando por su propio entorno local a través de nuevas estrategias pedagógicas como, por ejemplo, el Aprendizaje basado en proyectos o el Aprendizaje-Servicio.

Igualmente, es una oportunidad para que la ciudadanía, incluidos niños y adolescentes, participen y colaboren activamente en la transformación tanto de los centros educativos como del entorno en el que estos se inscriben, en línea con lo que proponen corrientes pedagógicas innovadoras como la Educación Popular o las Comunidades de Aprendizaje entre otras.

F. Javier Malagón

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Malagón, F.J., 2020. “Transformar municipios y escuelas”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/05/19/transformar-municipios-y-escuelas/> [Último acceso …/…/… ]>

Comunidades Profesionales de Aprendizaje en la universidad

Las universidades están abocadas a una profunda transformación en sus maneras de enseñar. Se trata de un cambio que trasciende lo meramente tecnológico, aunque la aplicación de herramientas online sea el aspecto más inmediato al que nos estamos confrontando profesores y alumnos para finalizar el actual curso académico e iniciar el siguiente con un alto nivel de incertidumbre.

Sin embargo, la pandemia ha puesto de relieve otras cuestiones, directa o indirectamente relacionadas con el cambio tecnológico: la brecha socio-educativa, el valor de la presencialidad y lo colectivo, la capacitación del profesorado, el aprovechamiento del tiempo, los enfoques didácticos y las estrategias docentes…

A veces las crisis nos sacan de nuestras zonas de confort y nos obligan a «coger el toro por los cuernos». En las universidades desde hace tiempo somos muy conscientes de que las formas de enseñar y aprender necesitan replantearse en profundidad, aunque hasta ahora los cambios han sido lentos posiblemente a causa de la falta de medios, pero también como consecuencia de inercias y rigideces estructurales muy consolidadas.

Sin haberlo previsto las circunstancias lo han puesto todo «patas arriba». La parte positiva es que las urgencias motivan la innovación pedagógica. Nos guste o no, y con todas las dudas e inseguridades a cuestas, debemos evolucionar con rapidez en contenidos, didácticas, tecnologías educativas, la relación entre lo presencial y la enseñanza en línea, el lugar del alumno en su propia formación y, desde luego, en el papel del profesorado y la relación de la universidad con su entorno.

Bienvenido este desafío, pero conviene acertar en la manera de abordarlo. Impulsar el trabajo en equipo del profesorado y del alumnado es un factor esencial para la gestión del cambio. Un buen modelo a seguir es el que ofrecen las denominadas Comunidades Profesionales de Aprendizaje (Professional Learning Communities).

Este modelo goza de una trayectoria de más de treinta años, sobre todo en las universidades e instituciones educativas del mundo anglosajón. Las CPA pueden adoptar formas variadas para responder con flexibilidad a distintas realidades. Tienen en común que contribuyen a la gestión participativa de los procesos de cambio, al tiempo que facilitan la autoformación de sus miembros y fortalecen el trabajo en equipo, el apoyo mutuo y el liderazgo compartido.

En sus versiones más avanzadas las CPA tienden, además, a promover la participación del alumnado universitario en la innovación educativa, así como a la colaboración con otros agentes sociales. Cierto es que esto se debe llevar a cabo en un marco regulado que garantice derechos y delimite responsabilidades.

Las CPA son mucho más que un conjunto de valores y técnicas de trabajo; son la base de una cultura del trabajo en equipo y el aprendizaje continuo colaborativo que puede extenderse más allá incluso de la comunidad universitaria si sus miembros se forman en ella y la trasladan a la sociedad.

El punto de partida, a mi juicio, debería consistir en la organización de CPA en torno a las asignaturas que componen el currículo académico para, a continuación, avanzar de manera progresiva en la construcción de redes de CPA a distintos niveles (departamentos, facultades…).

Es imprescindible que los Equipos Rectorales desempeñen un importante papel de liderazgo en la implantación de este modelo para sensibilizar, motivar, facilitar recursos y coordinar al profesorado. El cambio que la universidad necesita en sus estrategias de enseñanza debe ser coherente con las maneras de organizarse y trabajar.

F. Javier Malagón

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Referencia para citas:

Malagón, F.J., 2020. “Comunidades Profesionales de Aprendizaje en la universidad”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/05/18/comunidades-profesionales-de-aprendizaje-en-la-universidad/> [Último acceso: …/…/…]

Aquellos maestros

El fallecimiento de Julio Anguita me ha traído a la memoria a maestros y profesores que tuve en mi infancia y adolescencia, entre mediados de los 70 y la primera mitad de los 80 cuando en España se recuperaba la democracia.

Me crié en uno de esos pueblos de la periferia de Madrid, «ciudades dormitorio» se las llamaba, a los que acudían en aluvión miles de familias trabajadoras procedentes, en gran parte, de las provincias extremeñas y castellano-manchegas. Las niñas y los niños de aquella época tuvimos un profesorado diverso en el que que no faltaban personas con ideales democráticos y una profunda vocación educativa.

Recuerdo que ese tipo de profesores se esforzaron mucho en varios aspectos: en primer lugar, para que valoráramos la educación y la cultura; y aspiráramos a un nivel de instrucción mayor que el de nuestros padres. De hecho, gracias a su labor, muchos de aquellos hijos de familias obreras fuimos a la universidad, institución reservada hasta entonces para las clases medias y las élites.

También nos enseñaron que la formación era algo más que un recurso para encontrar empleo o ganar más dinero, que tenía sentido para convertirnos en mejores personas y ciudadanos. Nos transmitieron una visión de la vida que no se agotaba en los beneficios que podías obtener para ti mismo, sino que contenía una dimensión social, de responsabilidad y entrega por el bien común.

En tercer lugar, gracias a ellos fuimos educados no solo en sino también para la democracia. Corrían los primeros 80 y pese a las amenazas golpistas en las colegios realizábamos debates, llevábamos a cabo asambleas, elegíamos a nuestros representantes para participar en los órganos de dirección del centro, discutíamos en las aulas y fuera de ellas sobre los cambios sociales de aquella época, leíamos y debatíamos textos políticos… sin haber cumplido aún catorce años.

Algunos de aquellos maestros y profesores dieron el salto a la política significándose como concejales y alcaldes. Algunos incluso llegaron a ser diputados autonómicos y/o nacionales. Gracias a ellos muchos pueblos, ciudades y barrios populares mejoraron en pocos años gracias a su comprensión de las realidades de la gente, su intensa dedicación y su sincera vocación reformadora.

Su concepción de la educación era política, en el mejor de los sentidos, pues la entendían como un instrumento para formar personas con valores, solidarias y capaces de transformar el mundo en un sentido de justicia y libertad.

Al mismo tiempo, hacían gala de un profundo sentido pedagógico de la política, en tanto que ésta se proponía como una práctica no sólo propagandística, sino también reflexiva, dialogante y explicativa. Creo que este enfoque hoy lo echamos en falta no pocos de quienes fuimos jóvenes en aquella época.

Tengo bastantes dudas acerca de los escenarios a los que nos conduce la dinámica actual de los partidos políticos, pero confío que en el futuro en este ámbito tenga alguna eficacia el anónimo trabajo que realizan las nuevas generaciones de profesionales que van renovando el sistema educativo, sobre todo en Educación Infantil, Primaria y en los diferentes espacios de desempeño de la Educación Social.

En estos profesionales encuentro muchas similitudes con aquellos que siendo niño fueron mis maestros y referentes. Por razones de paternidad y por mi actividad de consultor y docente conocer de cerca su trabajo me hace sentir no sólo orgullo, sino también esperanza de que la política cambie gracias, en parte, al trabajo que estas educadoras y educadores están realizando con las nuevas generaciones de niños y jóvenes.

F. Javier Malagón

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Referencia para citas:

Malagón, F.J., 2020. “Aquellos maestros”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/05/17/aquellos-maestros/> [Último acceso: …/…/…]

Tecnología y trabajo en equipo en las universidades

La pandemia ha provocado que las universidades españolas se confronten a un momento histórico en su proceso de transformación digital, el cual se viene desarrollando a ritmos distintos desde hace más de veinte años; si bien en general con lentitud respecto a la rápida evolución de las tecnologías.

Sin embargo, en poco tiempo las universidades están abocadas a dar un gran salto hacia adelante. Aunque el virus remita y la vida social se normalice, las universidades deben prever cómo seguir desempeñando su función en el contexto de desafíos futuros como el que estamos viviendo, o peores.

Es comprensible que el foco se haya puesto en la tecnología y en la enseñanza en línea (online) para responder a las necesidades más inmediatas (completar el curso académico, evaluar…). Ahora bien, el verdadero reto consiste en mejorar de manera integral los procedimientos de enseñanza y aprendizaje.

La tecnología es una de las áreas a tener en cuenta y tanto la enseñanza online como la mixta (combinación de online y offline) ofrecen respuestas. Pero, en cualquier caso, son recursos que deben formar parte de un sistema más amplio donde el centro de cualquier estrategia de mejora debería ser la capacitación del alumnado.

Son muchos los aspectos en los que cabría detenerse y, por supuesto, este no es lugar para dar cuenta de todos ellos. Pero me gustaría enunciar al menos uno, tanto o más estratégico que la modernización digital: me refiero al trabajo en equipo del profesorado universitario.

Su cultura de trabajo en equipo varía y es desigual según disciplinas, departamentos, facultades y universidades. En el campo de las Ciencias Sociales -el que conozco un poco más- en general es escasa en el ámbito de la investigación y muy especialmente en las estrategias y prácticas docentes.

Estoy convencido de que la transformación digital de las enseñanzas universitarias debe articularse con el avance sustantivo de la coordinación y el trabajo en equipo del profesorado. De ello depende el avance de los conocimientos científicos y que nuestro alumnado adquiera competencias claves para su presente y su futuro.

La tecnología y sus usos deben incorporarse al tiempo que los profesionales revisamos y actualizamos colaborativamente nuestras estrategias y prácticas docentes. Los resultados serán mucho más satisfactorios si evitamos cualquier endogamia y lo hacemos, además, en diálogo y colaboración con nuestros alumnos y con la sociedad.

F. Javier Malagón

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Malagón, F.J., 2020. “Tecnología y trabajo en equipo en las universidades”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/05/11/trabajo-en-equipo-del-profesorado/> [Último acceso: …/…/…]

Regeneración estratégica

La regeneración de las áreas rurales es urgente para afrontar los desafíos climáticos, económicos y sociales del siglo XXI. La pandemia y la crisis provocada por el Covid-19 han puesto sobre la mesa los riesgos y los límites de un modelo de desarrollo que privilegia la concentración urbana; por contra, ha destacado las ventajas, relativas por supuesto, de los pueblos y las pequeñas ciudades del campo.

La puesta en valor del mundo rural es una oportunidad desde múltiples puntos de vista. Sin embargo, conviene aprovecharla con inteligencia pues se pueden trasladar al campo modelos de desarrollo que ya han demostrado sus efectos negativos en las ciudades, generando contaminación, burbujas especulativas, bolsas de pobreza y exclusión social y/o una desmedida turistificación, entre otros males.

En consecuencia, es importante dar mayor relieve a los estudios y debates que desde hace tiempo reflexionan sobre cómo abordar la regeneración de pueblos y ciudades rurales sobre la base de una nueva ruralidad que genere prosperidad económica, siendo al mismo tiempo democrática, inclusiva y sostenible en línea con el modelo social europeo y nuestra propia Constitución.

A corto y medio plazo no son pocos los que ven en el turismo interior una oportunidad para levantar las economías rurales. Efectivamente, es una corriente que se debe aprovechar y apoyar. Al mismo tiempo, hay que potenciar otras actividades que contribuyan a la diversificación de estas economías para realmente fortalecer a estos territorios y beneficiar al conjunto del país… y del planeta.

El turismo es una oportunidad, sin duda, como también lo son las energías renovables, las explotaciones agrícolas y ganaderas no intensivas, la implantación de industrias transformadoras más próximas a las fuentes de materias primas, el comercio local, la recuperación arquitectónica, nuevos servicios basados en una economía de los cuidados, la cultura, el teletrabajo y todo tipo de actividades online que puedan realizarse desde las zonas rurales gracias a buenas coberturas telefónicas, el acceso a una Internet rápida y robusta y medios de transporte eficaces y accesibles.

Para todo esto, dadas las nuevas condiciones que ha generado la pandemia, es necesario impulsar una renovada planificación estratégica integral de los territorios que potencie la colaboración público-privada, que articule de manera coherente políticas públicas y dinámicas de mercado y que, con especial sensibilidad, de voz a la ciudadanía para tener en cuenta y conciliar del mejor modo posible diversas perspectivas, necesidades y propuestas.

F. Javier Malagón

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Malagón, F.J. 2020. “Regeneración estratégica”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/05/04/regeneracion-estrategica/> [Último acceso: …/…/…]

Nueva ruralidad

La crisis del coronavirus está revalorizando el mundo rural, no solo como hábitat más seguro alternativo a las grandes ciudades, sino también ante la amenaza planetaria que supone la economía extrativista actual y sus consecuencias en el cambio climático, la degradación de los ecosistemas y la disminución de la biodiversidad.

Esta crisis saca a la luz la vulnerabilidad de las grandes urbes a las pandemias y a las crisis económicas y sociales que se derivan de ellas ¿Lo serán también a los problemas de abastecimiento alimentario y disponibilidad de agua en un futuro próximo? Quizás estemos asistiendo a un punto de inflexión en la tendencia a la concentración urbana en muchos lugares del planeta.

La puesta en valor del campo puede ser una ventana de oportunidad para muchos territorios deprimidos, amenazados por la despoblación y con economías agrarias devaluadas. Lo será realmente si se aprovecha con inteligencia. Para ello, a mi juicio, cobran especial relevancia las siguientes cuatro competencias:

1) Conocer y tener en cuenta los distintos vectores de cambio (medioambiental, tecnológico, económico, político…) que actúan de manera compleja a distintos niveles: a corto, medio y largo plazo; en los ámbitos local, regional, nacional e internacional.

2) Promover la inteligencia social y la creatividad para imaginar, proyectar y gestionar democráticamente un futuro de pueblos y áreas rurales hacia el que avanzar, con plazos y etapas razonables, perspectiva de proceso, mejora continua y actuaciones evaluables.

3) Anticipar oportunidades y amenazas, preparándonos para aprovechar las primeras y paliar o transformar las segundas. Vivir al día es llegar tarde. La planificación estratégica de la regeneración rural exige cultivar una actitud esperanzada, pero también realista.

4) Integrar lo viejo y lo nuevo. Una nueva ruralidad exige diversificación, apertura e intercambio, nuevos conocimientos y tecnologías, cambios de mentalidad en sus residentes; pero también conservar y potenciar valores, identidades, conocimientos, memorias y tradiciones.

Para promover el mundo rural hay que descender a niveles más concretos en los que se defina qué mundo rural se desea. Las concepciones bucólicas y románticas del campo estorban, también las exclusivamente economicistas. La vida en las zonas rurales puede ser de muchas maneras y algunas a la mayoría nos gustarían muy poco.

Mucha gente viene trabajando en estas cuestiones desde hace tiempo: agricultores, ganaderos y otros empresarios, ecologistas, agentes y entidades de desarrollo local, políticos rurales… Ahora es posible que los debates adquieran más relieve e incorporen a más personas y puntos de vista. Los urbanitas ruralistas de última hora debemos evitar el adanismo, es decir, hablar de todo esto como si el debate naciera solo cuando nosotros nos incorporamos a él.

Pese a todo, hay que trabajar en la construcción colectiva y consciente de la ruralidad que queremos; no desde un idealismo ingenuo, sino teniendo en cuenta la sociedad real de la que partimos: su pluralismo, complejidad, límites y dificultades, pero también su enorme potencial en términos de intercambios, cooperación, conocimiento y tecnología.

Nuestro país, y la humanidad en general, se lo juega todo a la regeneración democrática, inclusiva y sostenible del mundo rural. Según NN.UU. a mediados de siglo 4.000 millones de personas, aproximadamente la mitad de la población mundial, no tendrán acceso a alimentos y agua suficientes.

De aquí a 2050 median, aproximadamente, siete legislaturas según el sistema político español. Puedo tomar la medida al tiempo que nos queda también de esta otra manera: tengo ahora 52 años, para entonces mis hijas aún no habrán cumplido esa edad.

Por nosotros, por las generaciones jóvenes debemos hacerlo lo mejor que sepamos.

F. Javier Malagón

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Malagón, F.J., 2020. “Nueva ruralidad”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/05/03/nueva-ruralidad/> [Último acceso: …/…/…]

Soñar el mundo rural

La crisis económica y social provocada por la pandemia de Covid-19 está suscitando expectativas en el mundo rural. Es probable que, cuando la movilidad tienda a normalizarse, muchas personas se trasladen de forma temporal o permanente a pueblos y pequeñas ciudades que hasta hoy se encontraban amenazadas de despoblación.

Esa movilidad hacia el mundo rural adoptará distintas formas: una parte importante se expresará en forma de turismo, otra modalidad consistirá en la adquisición de segundas residencias, también habrá quien se traslade a vivir de forma permanente a estas localidades y no olvidemos a los trabajadores temporeros en las labores del campo.

Más allá de algún pico a corto plazo, no creo que esta modalidad suponga un cambio radical e inmediato en la situación de los pueblos. Pero sí puede generar una tendencia significativa a medio plazo, que se vaya desarrollando a lo largo de la próxima década. Por eso, es importante imaginar hacia qué nueva ruralidad nos gustaría avanzar.

La recuperación del campo y de las poblaciones pequeñas ofrece muchas oportunidades para innovar en la economía, en las relaciones sociales y en los estilos de vida, orientándonos hacia un modelo de sociedad más «verde», inclusivo y sostenible. Pero esto es una posibilidad; hay otras, como también las hubo en el pasado.

No todas las áreas rurales son equivalentes. Algunas pueden convertirse en oportunidades para la especulación urbanística y la financiarización de la economía. O para la concentración agraria y la explotación intensiva en manos de grandes corporaciones «sin alma local». Otras pueden ser zonas de exclusión, sin más.

De ahí que una tarea urgente consista en soñar entre muchos el futuro de los pueblos y de las ciudades rurales, construyendo una visión compartida y dinámica de las metas a alcanzar a lo largo de la próxima década, no sólo en el plano económico sino también a nivel a nivel demográfico, social, cultural, medioambiental y democrático.

F. Javier Malagón

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Malagón, F.J., 2020. “Soñar el mundo rural”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: < https://fjaviermalagon.com/2020/05/02/sonar-el-mundo-rural/> [Último acceso: …/…/…]

Campañas responsables

(Esta entrada ha sido redactada conjuntamente por F. Javier Malagón y Luis Guridi, creativo, director de cine y realizador de TV y publicidad)

El anuncio de las fases de desescalada por parte del gobierno de España, pese a todas las incertidumbres que aún existen, ofrece un marco temporal y unas pautas para planificar a nivel de comunidades autónomas, provincias, islas y municipios la evolución hacia lo que se viene llamando «una nueva normalidad».

Según el esquema decidido, la movilidad interprovincial no comenzaría hasta finales del mes de junio o primeros de julio, siempre que los territorios cumplan con los marcadores con los que se va a evaluar el grado de seguridad alcanzado por cada uno de ellos.

La expectativa de un verano en el que sea posible desplazarse por la península, aunque sea con limitaciones, está poniendo en marcha a empresarios e instituciones para preparar campañas que pongan en valor los diferentes destinos turísticos. Es comprensible que así suceda, porque la necesidad crece deprisa y de la activación de la economía depende el bienestar de muchas familias.

Sin embargo, conviene fortalecer la conciencia de que mientras no exista una vacuna estaremos en peligro y que, por tanto, cuando se recupere la movilidad interprovincial las medidas de protección seguirán siendo indispensables. No en vano se teme un rebrote de la pandemia en otoño, si no se hacen las cosas muy bien.

Seguramente, los gobiernos establecerán normas y pautas para reducir riesgos durante los meses de verano. En cualquier caso, cabe anticipar que dos factores claves para el control de la pandemia serán: 1) el control de la carga de población que reciba cada territorio y su grado de concentración; y 2) el propio comportamiento responsable de la ciudadanía, como lo viene siendo desde el primer momento.

Aunque la economía necesita una pronta recuperación, un escenario de rebrote significativo de la pandemia en los territorios puede ser más demoledor que lo vivido hasta ahora, y dejar estigmas que condicionen por mucho tiempo la confianza que turistas e inversores pongan en esos destinos. Es muy importante que la ansiedad, por muy comprensible que sea, no nuble el buen juicio.

Por eso, las campañas de comunicación cuyo objetivo sea la puesta en valor de los territorios deberían plantearse con inteligencia, pues no se trata simplemente de competir por atraer a cuanta más gente mejor, sino de construir una confianza sostenible respaldada por una organización y una conducta social eficaz.

A nuestro juicio, las campañas deberían diseñarse siguiendo estos criterios:

1.- Partir de un concepto general y estratégico sobre el que planificar una campaña que pueda mantenerse activa hasta finales de 2021. Los componentes estratégicos de la campaña (imagen principal, lema, canales de referencia…) serían visibles desde el primer momento.

2.- Modular la campaña en varias etapas, de manera que en cada una de ellas se trabaje con objetivos, plazos, indicadores y medios específicos. La campaña global aportaría elementos que irían cobrando relevancia dependiendo de cada momento y circunstancias.

3.- En una primera etapa, inmediata, el objetivo principal debería ser fortalecer la autodisciplina de la población local y de los empresarios, con visión de medio y largo plazo. Debemos ser muy conscientes de que la recuperación en gran medida depende de mantener una conducta responsable.

4.- A continuación -pensando sobre todo en el inmediato periodo estival-, el objetivo consistiría en fortalecer la responsabilidad y autodisciplina de los viajeros que lleguen a los destinos turísticos, los cuales deben encontrarse desde el primer día con una ciudadanía local muy consciente y disciplinada, con indicaciones claras de lo que se puede o no se puede hacer y medios eficaces de control.

5.- Y ya después, a partir del otoño de 2020, siempre que todo haya ido bien, poner el acento en atraer progresivamente a una mayor cantidad de población al territorio, teniendo en cuenta, además, que quienes se desplacen de unos lugares a otros no van a ser sólo turistas, sino también personas y familias en busca de empleo o mayor seguridad económica.

La campaña global se debería diseñar para que cada una de las etapas señaladas, aunque se abran sucesivamente, permanezcan activas hasta finales de 2021.

Por último, consideramos necesario destacar la importancia de la participación, el diálogo, la coordinación y el trabajo en equipo en los territorios, a distintos niveles, involucrando en las campañas a actores públicos y privados con el propósito de actuar de manera coherente, con una visión y estrategia compartidas. A nivel local, los ayuntamientos tienen un importante papel que desempeñar.

F. Javier Malagón

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Malagón, F.J., 2020. “Campañas responsables”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/04/29/campanas-responsables/> [Último acceso: …/…/…]

Liderazgo facilitador

El liderazgo puede definirse como la capacidad de «lograr que otros hagan» convencidos por los valores, visión y objetivos que el líder o la líder es capaz de inspirar. Existen distintos estilos de liderazgo y algunos son moralmente reprobables cuando se basan en el engaño y/o en la manipulación de los sentimientos y los instintos más primitivos de las personas.

Afortunadamente, no todo liderazgo es así. Cabe también convencer y dirigir con empatía e inteligencia emocional a la vez que con racionalidad y pedagogía, empoderando a los individuos para que crezcan en recursos, autonomía y capacidad de cooperación. Ese es un estilo de liderazgo facilitador y es el que considero más oportuno en estos tiempos de pandemia.

Es evidente que uno de los desafíos más grandes que se nos presentan en las actuales circunstancias es conseguir que el conjunto de la población adoptemos valores, actitudes y pautas de conducta que prevengan el contagio del coronavirus y consigan amortiguar sus consecuencias en los planos sanitario, económico, social y medioambiental.

Conviene entonces que el liderazgo facilitador esté ampliamente distribuido en la sociedad y sea ejercido por muchas personas capaces de ejercerlo en todos los ámbitos: en la política, la economía, la sanidad, la educación, el ocio y la cultura, el deporte, en el seno de la familia, el barrio, la localidad y los territorios en sus distintos niveles de organización.

La sociedad no necesita simplemente líderes, sino redes de liderazgo capaces de articular nuestra convivencia en un cierto sentido o dirección.

En mi opinión, el liderazgo facilitador debe contribuir al desempeño colectivo de cuatro funciones básicas:

  1. Facilitar información suficiente y de calidad al entorno, aplicando un modelo de comunicación dialógico no simplemente unidireccional.
  2. Facilitar las relaciones y la construcción de vínculos de cooperación entre las personas, de manera inclusiva, acogiendo la diversidad y el pluralismo.
  3. Facilitar la organización y coordinación de las acciones y proyectos, de manera eficaz para lograr objetivos y eficiente en el uso de los recursos.
  4. Facilitar la prevención de los conflictos y su gestión temprana a través del diálogo, la mediación y/o la negociación con espíritu colaborativo.

Como se puede deducir fácilmente, el liderazgo facilitador necesita apoyarse en una intensa actividad comunicativa, de manera organizada, contando con la participación de las personas, trabajando en equipo y empleando las tecnologías con inteligencia.

Ante el escenario inminente de un primer intento de desescalada del periodo de confinamiento potenciar este tipo de liderazgo me parece crucial para sostener ese proceso a medio y largo plazo, evitando nuevos rebrotes. También es fundamental para afrontar las graves consecuencias económicas y sociales que está provocando.

Pero, sobre todo, es un tipo de liderazgo acorde a la evolución de la sociedad que muchos deseamos.

F. Javier Malagón

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Malagón, F.J., 2020. “Liderazgo facilitador”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/04/28/liderazgo-facilitador/> [Último acceso: …/…/…]

Objetivos y medidas

Hasta que no haya una vacuna eficaz viviremos bajo la amenaza del coronavirus. Gobiernos y científicos no esperan que esto ocurra antes de un año, como mínimo. Después habrá que producirla, distribuirla y aplicarla. Llevará tiempo.

Otra línea farmacológica en marcha consiste en la búsqueda de medicamentos más eficaces para evitar o reducir los fallecimientos. Es posible que esto se logre antes que la vacuna, pero existe aún incertidumbre sobre la evolución de las personas que han superado la enfermedad y las secuelas que haya podido dejar en ellas.

Por ahora, la medida más eficaz para afrontar la pandemia consiste en la aplicación masiva de test a la población para la identificación de las personas portadoras del virus y su posterior aislamiento. Estamos viendo las dificultades que los gobiernos experimentan para poder hacerlo, pero es posible que esta capacidad vaya mejorando. Ojalá que sea pronto.

Si bien es cierto que en España la pandemia está remitiendo bajo las condiciones de un estricto confinamiento, existe incertidumbre acerca de cómo pueda comportarse durante la fase de desescalada o desconfinamiento progresivo. Se temen nuevos rebrotes cuando aumente la movilidad de la población y se recuperen muchas actividades. No se descarta volver a aplicar medidas estrictas de confinamiento si fuera necesario, pero ¿hasta qué punto será posible detener de nuevo la actividad social?

Los territorios que menos han sufrido la pandemia deben ser especialmente cuidadosos y no confiarse. Los flujos de población pueden invertir su situación de forma dramática. No es suficiente con que ofrezcan una imagen de territorios seguros, deben asegurarse muy bien para que eso no cambie cuando la gente empiece a moverse.

Además de la urgente aplicación de test masivos ante la amenaza de repuntes de la pandemia es necesario: 1) regular las conductas sociales para evitar al máximo los contagios; y 2) reforzar el sistema sanitario para evitar su colapso. A continuación me detendré en el primer aspecto.

La regulación de las conductas sociales puede descomponerse, a su vez, en objetivos a dos niveles:

  1. A nivel cognitivo y emocional: 1.1.) lograr que la población esté bien informada y que desarrolle un alto nivel de corresponsabilidad frente a las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la pandemia; y 1.2.) cultivar un clima emocional de serenidad y esperanza, pero también de empatía y condolencia hacia las personas perjudicadas.
  2. A nivel de prácticas sociales: 2.1.) promover la cooperación, el apoyo mutuo, y la solidaridad en sentido amplio; y 2.2.) conseguir que la población respete y aplique disciplinadamente las medidas que ayudan a prevenir el contagio.

Entre las medidas de protección para prevenir el contagio las más eficaces son:

  1. Mantener la distancia física entre personas, la cual en condiciones óptimas debe ser de, al menos, dos metros de distancia.
  2. Practicar una higiene personal eficaz, sobre todo el lavado frecuente de manos con agua y jabón.
  3. Utilizar barreras profilácticas: sobre todo mascarillas, pero también pantallas y guantes allí donde el riesgo sea mayor.
  4. Proceder a la correcta limpieza de espacios y objetos.

La aplicación eficaz de estas medidas exige un análisis de los puntos críticos de cada localidad y, dentro de ella, de los distintos espacios públicos y privados. No es suficiente con que a los empresarios se les prescriban determinadas normas, se necesitan planes de protección a nivel del conjunto del municipio.

Todas las medidas que se adopten deben estar correctamente alineadas con las instrucciones que emitan las autoridades competentes y deben estar respaldadas por procedimientos de control.

La comunicación es un elemento clave para conseguir todos esos objetivos. No es suficiente aplicar un modelo de comunicación unidireccional y jerárquico. También es necesario generar organización social y diálogo, escuchar a la población y tener en cuenta sus propuestas y capacidades para resolver problemas y afrontar los desafíos que tenemos por delante.

F. Javier Malagón

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Análisis de puntos críticos

Nuestro país se aproxima a la fase de desconfinamiento progresivo, o desescalada, y como es lógico muchos se preguntan acerca de cómo implementar medidas eficaces para proteger diversos entornos ante la amenaza de contagio por COVID-19.

Algunas administraciones públicas, sindicatos, asociaciones y empresas ya están emitiendo consejos dirigidos, principalmente, al aseguramiento de la salud en centros de trabajo. También en las redes sociales y en los medios de comunicación circula abundante información sobre medidas de protección individual.

A nivel local, hay ayuntamientos que se están preguntando ya cómo articular medidas para el conjunto de la localidad lo cual, a mi juicio, es un paso extraordinariamente importante que lo que por su parte hagan las empresas y la ciudadanía sea eficaz.

El objetivo general, común en todos los casos, es generar entornos seguros y saludables en los que se reduzca el riesgo de contagio y la vida cotidiana pueda desenvolverse con la mayor normalidad posible.

Es importante recordar que todas las medidas que se adopten deben ser coherentes y estar correctamente alineadas con las instrucciones y recomendaciones que emitan en cada momento las autoridades competentes.

Un primer paso para elaborar planes de respuesta al Covid-19, tanto en localidades como en empresas u otras organizaciones, es la identificación y análisis de puntos críticos.

Defino «Punto crítico» como todo espacio, objeto, periodo de tiempo, práctica social o circunstancia que pueda contribuir al contagio si no se toman las medidas oportunas.

1. Pautas generales de planificación

1.1. Empiecen formando un equipo para organizar impulsar y coordinar el proceso de análisis y planificación de medidas. Si es necesario, organice subcomisiones para que cada una trabaje sobre determinados puntos críticos.

1.2. A continuación, identifiquen y definan de la manera más concreta posible los puntos críticos que es necesario abordar. Distribuyan el trabajo y las responsabilidades. Organicen su seguimiento.

1.3.- Cuenten con la gente. Pregunten a las personas que puedan estar más directamente afectadas y tomen en consideración sus propuestas. Estimulen la co-responsabilidad y la inteligencia colectiva. Fomenten la participación de la gente (ciudadanía, empleados, etc.) no solo para la búsqueda de soluciones, sino también para su posterior sostenibilidad. Lideren fomentando la participación, la comunicación y la pedagogía.

1.4. Examinen las fortalezas y debilidades de cada punto crítico, desde el punto de vista de eventuales contagios. Piensen , además, en términos de oportunidades de futuro que ayuden a la prevención; y en términos de amenazas de futuro que pueden aumentar los riesgos.

1.5. Establezcan objetivos claros cuyo cumplimiento pueda ser medido o, cuando menos, que pueda estar respaldado por evidencias concretas. Decidan las medidas a aplicar, marquen plazos, asignen responsabilidades, diseñen procedimientos organizativos y de supervisión, calculen los costes asociados e identifiquen sus fuentes de financiación. No se demoren y actúen con rapidez y determinación.

Analizando de forma sistemática y participativa punto crítico por punto crítico se construye un plan integral de protección, tanto a nivel de localidad como de cada subsistema concreto (centros de trabajo, edificios, espacios públicos y privados…).

Para terminar, expongo una lista abierta de puntos críticos genéricos, primero a nivel de localidades, y, en segundo lugar, a nivel de centros de trabajo y edificaciones que pueden ayudarle a su identificación concreta:

2. Puntos críticos en municipios

2.1. Espaciales

  • Sanitarios: ambulatorios, centros de especialidades, hospitales, clínicas, etc.
  • Educativos: guarderías, casas de niños, escuelas infantiles, colegios, institutos, academias, etc.
  • Comerciales y empresariales:
    • Tiendas, supermercados, grandes y medianas superficies, mercadillos, etc.
    • Bancos y Cajas de Ahorro.
    • Establecimientos de Hostelería, Ocio y Restauración (hoteles, pensiones, casas rurales, bares, restaurantes, discotecas, clubes, etc.).
    • Polígonos industriales, edificios de oficinas, etc.
  • Medios de transporte (autobuses, trenes, metro, taxis, bicicletas y patinetes de alquiler, etc.).
  • Personas mayores: centros de Jubilados, de Personas mayores, residencias de la Tercera edad, etc.
  • Asistenciales: centros de Servicios Sociales, centros de Día y residencias para personas con discapacidades.
  • Cívicos, culturales, deportivos y de ocio:
    • Centros cívicos y culturales, de Infancia, de Juventud, etc.
    • Bibliotecas, auditorios, etc.
    • Polideportivos, piscinas, gimnasios, pistas y canchas deportivas de diverso tipo, cubiertas y al aire libre.
  • De interés turístico:
    • Museos, monumentos, edificios históricos, etc.
    • Enclaves naturales, miradores, rutas de senderismo, etc.
  • Religiosos (iglesias, mezquitas y centros de culto en general).
  • Zonas administrativas municipales (zonas comunes, concejalías, despachos, almacenes, talleres, etc.).
  • Centros de protección de animales, perreras, cuadras, etc.
  • Zonas exteriores de tránsito y encuentro (calles, plazas, paseos, carriles bici, parques, áreas de juego para la infancia, etc.).
  • Mobiliario urbano (papeleras, bancos, fuentes, columpios, aparatos de gimnasia en parques, marquesinas, buzones, etc.).
  • Otros

2.2. Espacio-temporales

  • Fiestas locales y barriales.
  • Manifestaciones y concentraciones.
  • Competiciones deportivas.
  • Espectáculos cubiertos y/o al aire libre.
  • Procesiones religiosas.
  • Otros rituales y celebraciones (cumpleaños, bautizos, bodas, funerales, despedidas de solteros, quintos, etc.).
  • Mercadillos.
  • Otros.

2.3. Otras prácticas sociales relevantes

  • Saludos y manifestaciones de afecto: besarse, estrecharse las manos, abrazarse, etc.
  • Proximidad física en las conversaciones.
  • Reunirse en bares, restaurantes, discotecas, clubes, etc.
  • Salir de compras, manipular mercaderías en tiendas y supermercados, etc.
  • Salir a la calle y reunirse en espacios públicos con la llegada del buen tiempo.
  • Juego libre infantil.
  • Reuniones de adolescentes.
  • Otros.

2.4. Otras circunstancias sobrevenidas

  • Delitos.
  • Accidentes.
  • Catástrofes naturales.
  • Otros.

3. Puntos críticos en centros de trabajo y edificaciones

3.1. Espaciales

  • Hall, oficinas, despachos, salas de reunión.
  • Recepción, conserjería y otros puntos de atención al público.
  • Aulas.
  • Aseos y vestuarios.
  • Laboratorios, talleres, cadenas de montaje y zonas de producción en general.
  • Almacenes, dársenas y otras zonas de carga y descarga.
  • Cocinas, cafeterías, salas de descanso.
  • Gimnasios, áreas deportivas y/o de recreo.
  • Terrazas.
  • Zonas ajardinadas, senderos, mobiliario exterior.
  • Aparcamientos y garajes.
  • Pasillos, escaleras y ascensores.
  • Dormitorios, salas de estar.
  • Mobiliario.
  • Material de oficina.
  • Equipos y maquinaria.
  • Vehículos.
  • Materias primas.
  • Alimentos.
  • Otros.

3.2. Espacio-temporales

  • Horarios de entradas y salidas.
  • Horarios de desayuno, almuerzo, descansos, recreos, etc.
  • Entrevistas y reuniones.
  • Otras actividades en equipo que exigen proximidad y/o interacción física.
  • Clases presenciales.
  • Manipulación de mercaderías.
  • Manipulación de utensilios y bienes de uso compartido en general.
  • Otros.

F. Javier Malagón

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Desescalada responsable

En España son cada vez más las voces que reclaman cierto grado de apertura y flexibilización de las medidas de confinamiento y restricción de la movilidad como consecuencia del COVID-19. Es lógico que así suceda y también que cada vez sea más difícil mantener una disciplina social estricta.

No es suficiente con imponer restricciones y aplicar controles policiales y sanitarios. La comunicación y la pedagogía son claves. Pero no sólo una comunicación unidireccional basada en la transmisión de prescripciones, sino también una comunicación basada en el diálogo, la participación y la inteligencia colectiva de la ciudadanía.

Conforme llega el buen tiempo y se aproxima el verano crece la inquietud, sobre todo en torno a las actividades turísticas. Alcaldes, empresarios… expresan su voluntad de aplicar medidas que aseguren entornos saludables y permitan hasta cierto punto la movilidad y la recuperación de la actividad económica y el empleo. Sin embargo, al menos en algunos territorios, parece cundir la sensación de que desde las instituciones de gobierno no hay suficiente interlocución ni liderazgo para coordinar estas actuaciones.

Es urgente corregir esta situación porque tan poco recomendable es la parálisis como que cada cual actúe por su cuenta. Todos sabemos y aceptamos que la desescalada será gradual y asimétrica, dependiendo del impacto de la pandemia. Pero no podemos dejarnos arrastrar por esquemas de pensamiento simplistas. Las zonas que hasta ahora se precian de tener menos riesgo van a ser también las que van a atraer a más gente, lo cual puede invertir su situación y convertirlas en trampas mortales. No es una metáfora.

Cuanto antes hay que construir una «nueva normalidad» que abarque -con criterios sanitarios, económicos y sociales- muchos aspectos de la vida cotidiana. Es necesaria, imprescindible, una visión global, sistémica, que articule y de coherencia a las medidas que deban aplicarse no solo dentro de un hotel o de un restaurante, sino en el conjunto de una localidad o de un determinado territorio.

Esto no se logra de un día para otro. Tampoco se hace sin participación y comunicación con la ciudadanía y los diversos agentes sociales. Por eso el nerviosismo es comprensible. Ignorar los riesgos y no anticiparse a los problemas hace que luego éstos sean más difíciles de resolver. Estamos tardando en elaborar participativamente planes para generar entornos seguros y saludables en localidades y organizaciones.

F. Javier Malagón

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Momento kairós

En la filosofía griega la palabra Kairós designa la idea de un periodo de tiempo indeterminado en el que algo importante sucede, un momento adecuado u oportuno para algún fin. Esta nueva época marcada por la pandemia del coronavirus puede entenderse como un momento de este tipo.

En la prensa y en las redes sociales abundan las reflexiones y los alegatos a favor de aprovechar este momento de crisis para aprender, sacar conclusiones y adoptar un nuevo rumbo en la sociedad, cada cual según su ideología o sus preferencias morales.

Hay quien ve la oportunidad de fortalecer los servicios públicos, otros inciden en que ha llegado el momento de cuestionar nuestros modos de vida para hacerlos más ecológicos y sostenibles. También se habla de transformar nuestras relaciones para que sean más solidarias y menos individualistas. Otros lo ven como una oportunidad para aligerar a las empresas de impuestos y restricciones que lastran su competitividad. Tampoco faltan quienes apuestan por redimirnos y congraciarnos con Dios e, incluso, quienes ven la oportunidad de «recuperar España» echando abajo a un gobierno que tildan de «socialcomunista».

En la cabeza de todos está que las cosas van a cambiar en muchos aspectos aunque cada cual hace sus apuestas según la visión de la realidad que tiene y, sobre todo, conforme a sus deseos. Lo cierto es que cuando acontecen catástrofes de esta envergadura se abren muchos caminos en nuestras mentes, pero no todos son igual de probables en la realidad. Las crisis implican amenazas y oportunidades, pero no todos los actores tienen la misma capacidad de empujar las cosas en la dirección que desean.

Soy de los que piensan que en el plano macrosocial existen leyes históricas que condicionan lo que se puede y lo que no se puede lograr; pero también de los que creen que las cosas pueden decantarse más en un sentido u otro según las opciones y las prácticas conscientes y responsables que adoptemos los seres humanos.

Se abre por tanto un periodo de incertidumbre también en lo que respecta al rumbo que tomarán las sociedades. Los que creemos en la libertad, en las sociedades abiertas, igualitarias y sostenibles, en la democracia y en los derechos humanos no podemos dormirnos en los laureles porque lo poco o mucho que se haya avanzado en las últimas décadas está en serio riesgo de involución, no solo porque hay trolls de distintas cavernas que han visto la oportunidad de salir de caza, sino también porque la sociedad digital va a experimentar un gran salto y no todo lo que trae consigo son soluciones.

F. Javier Malagón

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