Aquellos maestros

El fallecimiento de Julio Anguita me ha traído a la memoria a maestros y profesores que tuve en mi infancia y adolescencia, entre mediados de los 70 y la primera mitad de los 80 cuando en España se recuperaba la democracia.

Me crié en uno de esos pueblos de la periferia de Madrid, «ciudades dormitorio» se las llamaba, a los que acudían en aluvión miles de familias trabajadoras procedentes, en gran parte, de las provincias extremeñas y castellano-manchegas. Las niñas y los niños de aquella época tuvimos un profesorado diverso en el que que no faltaban personas con ideales democráticos y una profunda vocación educativa.

Recuerdo que ese tipo de profesores se esforzaron mucho en varios aspectos: en primer lugar, para que valoráramos la educación y la cultura; y aspiráramos a un nivel de instrucción mayor que el de nuestros padres. De hecho, gracias a su labor, muchos de aquellos hijos de familias obreras fuimos a la universidad, institución reservada hasta entonces para las clases medias y las élites.

También nos enseñaron que la formación era algo más que un recurso para encontrar empleo o ganar más dinero, que tenía sentido para convertirnos en mejores personas y ciudadanos. Nos transmitieron una visión de la vida que no se agotaba en los beneficios que podías obtener para ti mismo, sino que contenía una dimensión social, de responsabilidad y entrega por el bien común.

En tercer lugar, gracias a ellos fuimos educados no solo en sino también para la democracia. Corrían los primeros 80 y pese a las amenazas golpistas en las colegios realizábamos debates, llevábamos a cabo asambleas, elegíamos a nuestros representantes para participar en los órganos de dirección del centro, discutíamos en las aulas y fuera de ellas sobre los cambios sociales de aquella época, leíamos y debatíamos textos políticos… sin haber cumplido aún catorce años.

Algunos de aquellos maestros y profesores dieron el salto a la política significándose como concejales y alcaldes. Algunos incluso llegaron a ser diputados autonómicos y/o nacionales. Gracias a ellos muchos pueblos, ciudades y barrios populares mejoraron en pocos años gracias a su comprensión de las realidades de la gente, su intensa dedicación y su sincera vocación reformadora.

Su concepción de la educación era política, en el mejor de los sentidos, pues la entendían como un instrumento para formar personas con valores, solidarias y capaces de transformar el mundo en un sentido de justicia y libertad.

Al mismo tiempo, hacían gala de un profundo sentido pedagógico de la política, en tanto que ésta se proponía como una práctica no sólo propagandística, sino también reflexiva, dialogante y explicativa. Creo que este enfoque hoy lo echamos en falta no pocos de quienes fuimos jóvenes en aquella época.

Tengo bastantes dudas acerca de los escenarios a los que nos conduce la dinámica actual de los partidos políticos, pero confío que en el futuro en este ámbito tenga alguna eficacia el anónimo trabajo que realizan las nuevas generaciones de profesionales que van renovando el sistema educativo, sobre todo en Educación Infantil, Primaria y en los diferentes espacios de desempeño de la Educación Social.

En estos profesionales encuentro muchas similitudes con aquellos que siendo niño fueron mis maestros y referentes. Por razones de paternidad y por mi actividad de consultor y docente conocer de cerca su trabajo me hace sentir no sólo orgullo, sino también esperanza de que la política cambie gracias, en parte, al trabajo que estas educadoras y educadores están realizando con las nuevas generaciones de niños y jóvenes.

F. Javier Malagón

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Referencia para citas:

Malagón, F.J., 2020. “Aquellos maestros”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/05/17/aquellos-maestros/> [Último acceso: …/…/…]