Campañas responsables

(Esta entrada ha sido redactada conjuntamente por F. Javier Malagón y Luis Guridi, creativo, director de cine y realizador de TV y publicidad)

El anuncio de las fases de desescalada por parte del gobierno de España, pese a todas las incertidumbres que aún existen, ofrece un marco temporal y unas pautas para planificar a nivel de comunidades autónomas, provincias, islas y municipios la evolución hacia lo que se viene llamando «una nueva normalidad».

Según el esquema decidido, la movilidad interprovincial no comenzaría hasta finales del mes de junio o primeros de julio, siempre que los territorios cumplan con los marcadores con los que se va a evaluar el grado de seguridad alcanzado por cada uno de ellos.

La expectativa de un verano en el que sea posible desplazarse por la península, aunque sea con limitaciones, está poniendo en marcha a empresarios e instituciones para preparar campañas que pongan en valor los diferentes destinos turísticos. Es comprensible que así suceda, porque la necesidad crece deprisa y de la activación de la economía depende el bienestar de muchas familias.

Sin embargo, conviene fortalecer la conciencia de que mientras no exista una vacuna estaremos en peligro y que, por tanto, cuando se recupere la movilidad interprovincial las medidas de protección seguirán siendo indispensables. No en vano se teme un rebrote de la pandemia en otoño, si no se hacen las cosas muy bien.

Seguramente, los gobiernos establecerán normas y pautas para reducir riesgos durante los meses de verano. En cualquier caso, cabe anticipar que dos factores claves para el control de la pandemia serán: 1) el control de la carga de población que reciba cada territorio y su grado de concentración; y 2) el propio comportamiento responsable de la ciudadanía, como lo viene siendo desde el primer momento.

Aunque la economía necesita una pronta recuperación, un escenario de rebrote significativo de la pandemia en los territorios puede ser más demoledor que lo vivido hasta ahora, y dejar estigmas que condicionen por mucho tiempo la confianza que turistas e inversores pongan en esos destinos. Es muy importante que la ansiedad, por muy comprensible que sea, no nuble el buen juicio.

Por eso, las campañas de comunicación cuyo objetivo sea la puesta en valor de los territorios deberían plantearse con inteligencia, pues no se trata simplemente de competir por atraer a cuanta más gente mejor, sino de construir una confianza sostenible respaldada por una organización y una conducta social eficaz.

A nuestro juicio, las campañas deberían diseñarse siguiendo estos criterios:

1.- Partir de un concepto general y estratégico sobre el que planificar una campaña que pueda mantenerse activa hasta finales de 2021. Los componentes estratégicos de la campaña (imagen principal, lema, canales de referencia…) serían visibles desde el primer momento.

2.- Modular la campaña en varias etapas, de manera que en cada una de ellas se trabaje con objetivos, plazos, indicadores y medios específicos. La campaña global aportaría elementos que irían cobrando relevancia dependiendo de cada momento y circunstancias.

3.- En una primera etapa, inmediata, el objetivo principal debería ser fortalecer la autodisciplina de la población local y de los empresarios, con visión de medio y largo plazo. Debemos ser muy conscientes de que la recuperación en gran medida depende de mantener una conducta responsable.

4.- A continuación -pensando sobre todo en el inmediato periodo estival-, el objetivo consistiría en fortalecer la responsabilidad y autodisciplina de los viajeros que lleguen a los destinos turísticos, los cuales deben encontrarse desde el primer día con una ciudadanía local muy consciente y disciplinada, con indicaciones claras de lo que se puede o no se puede hacer y medios eficaces de control.

5.- Y ya después, a partir del otoño de 2020, siempre que todo haya ido bien, poner el acento en atraer progresivamente a una mayor cantidad de población al territorio, teniendo en cuenta, además, que quienes se desplacen de unos lugares a otros no van a ser sólo turistas, sino también personas y familias en busca de empleo o mayor seguridad económica.

La campaña global se debería diseñar para que cada una de las etapas señaladas, aunque se abran sucesivamente, permanezcan activas hasta finales de 2021.

Por último, consideramos necesario destacar la importancia de la participación, el diálogo, la coordinación y el trabajo en equipo en los territorios, a distintos niveles, involucrando en las campañas a actores públicos y privados con el propósito de actuar de manera coherente, con una visión y estrategia compartidas. A nivel local, los ayuntamientos tienen un importante papel que desempeñar.

F. Javier Malagón

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Referencia para citas:

Malagón, F.J., 2020. “Campañas responsables”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/04/29/campanas-responsables/> [Último acceso: …/…/…]

Liderazgo facilitador

El liderazgo puede definirse como la capacidad de «lograr que otros hagan» convencidos por los valores, visión y objetivos que el líder o la líder es capaz de inspirar. Existen distintos estilos de liderazgo y algunos son moralmente reprobables cuando se basan en el engaño y/o en la manipulación de los sentimientos y los instintos más primitivos de las personas.

Afortunadamente, no todo liderazgo es así. Cabe también convencer y dirigir con empatía e inteligencia emocional a la vez que con racionalidad y pedagogía, empoderando a los individuos para que crezcan en recursos, autonomía y capacidad de cooperación. Ese es un estilo de liderazgo facilitador y es el que considero más oportuno en estos tiempos de pandemia.

Es evidente que uno de los desafíos más grandes que se nos presentan en las actuales circunstancias es conseguir que el conjunto de la población adoptemos valores, actitudes y pautas de conducta que prevengan el contagio del coronavirus y consigan amortiguar sus consecuencias en los planos sanitario, económico, social y medioambiental.

Conviene entonces que el liderazgo facilitador esté ampliamente distribuido en la sociedad y sea ejercido por muchas personas capaces de ejercerlo en todos los ámbitos: en la política, la economía, la sanidad, la educación, el ocio y la cultura, el deporte, en el seno de la familia, el barrio, la localidad y los territorios en sus distintos niveles de organización.

La sociedad no necesita simplemente líderes, sino redes de liderazgo capaces de articular nuestra convivencia en un cierto sentido o dirección.

En mi opinión, el liderazgo facilitador debe contribuir al desempeño colectivo de cuatro funciones básicas:

  1. Facilitar información suficiente y de calidad al entorno, aplicando un modelo de comunicación dialógico no simplemente unidireccional.
  2. Facilitar las relaciones y la construcción de vínculos de cooperación entre las personas, de manera inclusiva, acogiendo la diversidad y el pluralismo.
  3. Facilitar la organización y coordinación de las acciones y proyectos, de manera eficaz para lograr objetivos y eficiente en el uso de los recursos.
  4. Facilitar la prevención de los conflictos y su gestión temprana a través del diálogo, la mediación y/o la negociación con espíritu colaborativo.

Como se puede deducir fácilmente, el liderazgo facilitador necesita apoyarse en una intensa actividad comunicativa, de manera organizada, contando con la participación de las personas, trabajando en equipo y empleando las tecnologías con inteligencia.

Ante el escenario inminente de un primer intento de desescalada del periodo de confinamiento potenciar este tipo de liderazgo me parece crucial para sostener ese proceso a medio y largo plazo, evitando nuevos rebrotes. También es fundamental para afrontar las graves consecuencias económicas y sociales que está provocando.

Pero, sobre todo, es un tipo de liderazgo acorde a la evolución de la sociedad que muchos deseamos.

F. Javier Malagón

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Referencia para citas:

Malagón, F.J., 2020. “Liderazgo facilitador”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/04/28/liderazgo-facilitador/> [Último acceso: …/…/…]

Objetivos y medidas

Hasta que no haya una vacuna eficaz viviremos bajo la amenaza del coronavirus. Gobiernos y científicos no esperan que esto ocurra antes de un año, como mínimo. Después habrá que producirla, distribuirla y aplicarla. Llevará tiempo.

Otra línea farmacológica en marcha consiste en la búsqueda de medicamentos más eficaces para evitar o reducir los fallecimientos. Es posible que esto se logre antes que la vacuna, pero existe aún incertidumbre sobre la evolución de las personas que han superado la enfermedad y las secuelas que haya podido dejar en ellas.

Por ahora, la medida más eficaz para afrontar la pandemia consiste en la aplicación masiva de test a la población para la identificación de las personas portadoras del virus y su posterior aislamiento. Estamos viendo las dificultades que los gobiernos experimentan para poder hacerlo, pero es posible que esta capacidad vaya mejorando. Ojalá que sea pronto.

Si bien es cierto que en España la pandemia está remitiendo bajo las condiciones de un estricto confinamiento, existe incertidumbre acerca de cómo pueda comportarse durante la fase de desescalada o desconfinamiento progresivo. Se temen nuevos rebrotes cuando aumente la movilidad de la población y se recuperen muchas actividades. No se descarta volver a aplicar medidas estrictas de confinamiento si fuera necesario, pero ¿hasta qué punto será posible detener de nuevo la actividad social?

Los territorios que menos han sufrido la pandemia deben ser especialmente cuidadosos y no confiarse. Los flujos de población pueden invertir su situación de forma dramática. No es suficiente con que ofrezcan una imagen de territorios seguros, deben asegurarse muy bien para que eso no cambie cuando la gente empiece a moverse.

Además de la urgente aplicación de test masivos ante la amenaza de repuntes de la pandemia es necesario: 1) regular las conductas sociales para evitar al máximo los contagios; y 2) reforzar el sistema sanitario para evitar su colapso. A continuación me detendré en el primer aspecto.

La regulación de las conductas sociales puede descomponerse, a su vez, en objetivos a dos niveles:

  1. A nivel cognitivo y emocional: 1.1.) lograr que la población esté bien informada y que desarrolle un alto nivel de corresponsabilidad frente a las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la pandemia; y 1.2.) cultivar un clima emocional de serenidad y esperanza, pero también de empatía y condolencia hacia las personas perjudicadas.
  2. A nivel de prácticas sociales: 2.1.) promover la cooperación, el apoyo mutuo, y la solidaridad en sentido amplio; y 2.2.) conseguir que la población respete y aplique disciplinadamente las medidas que ayudan a prevenir el contagio.

Entre las medidas de protección para prevenir el contagio las más eficaces son:

  1. Mantener la distancia física entre personas, la cual en condiciones óptimas debe ser de, al menos, dos metros de distancia.
  2. Practicar una higiene personal eficaz, sobre todo el lavado frecuente de manos con agua y jabón.
  3. Utilizar barreras profilácticas: sobre todo mascarillas, pero también pantallas y guantes allí donde el riesgo sea mayor.
  4. Proceder a la correcta limpieza de espacios y objetos.

La aplicación eficaz de estas medidas exige un análisis de los puntos críticos de cada localidad y, dentro de ella, de los distintos espacios públicos y privados. No es suficiente con que a los empresarios se les prescriban determinadas normas, se necesitan planes de protección a nivel del conjunto del municipio.

Todas las medidas que se adopten deben estar correctamente alineadas con las instrucciones que emitan las autoridades competentes y deben estar respaldadas por procedimientos de control.

La comunicación es un elemento clave para conseguir todos esos objetivos. No es suficiente aplicar un modelo de comunicación unidireccional y jerárquico. También es necesario generar organización social y diálogo, escuchar a la población y tener en cuenta sus propuestas y capacidades para resolver problemas y afrontar los desafíos que tenemos por delante.

F. Javier Malagón

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Análisis de puntos críticos

Nuestro país se aproxima a la fase de desconfinamiento progresivo, o desescalada, y como es lógico muchos se preguntan acerca de cómo implementar medidas eficaces para proteger diversos entornos ante la amenaza de contagio por COVID-19.

Algunas administraciones públicas, sindicatos, asociaciones y empresas ya están emitiendo consejos dirigidos, principalmente, al aseguramiento de la salud en centros de trabajo. También en las redes sociales y en los medios de comunicación circula abundante información sobre medidas de protección individual.

A nivel local, hay ayuntamientos que se están preguntando ya cómo articular medidas para el conjunto de la localidad lo cual, a mi juicio, es un paso extraordinariamente importante que lo que por su parte hagan las empresas y la ciudadanía sea eficaz.

El objetivo general, común en todos los casos, es generar entornos seguros y saludables en los que se reduzca el riesgo de contagio y la vida cotidiana pueda desenvolverse con la mayor normalidad posible.

Es importante recordar que todas las medidas que se adopten deben ser coherentes y estar correctamente alineadas con las instrucciones y recomendaciones que emitan en cada momento las autoridades competentes.

Un primer paso para elaborar planes de respuesta al Covid-19, tanto en localidades como en empresas u otras organizaciones, es la identificación y análisis de puntos críticos.

Defino «Punto crítico» como todo espacio, objeto, periodo de tiempo, práctica social o circunstancia que pueda contribuir al contagio si no se toman las medidas oportunas.

1. Pautas generales de planificación

1.1. Empiecen formando un equipo para organizar impulsar y coordinar el proceso de análisis y planificación de medidas. Si es necesario, organice subcomisiones para que cada una trabaje sobre determinados puntos críticos.

1.2. A continuación, identifiquen y definan de la manera más concreta posible los puntos críticos que es necesario abordar. Distribuyan el trabajo y las responsabilidades. Organicen su seguimiento.

1.3.- Cuenten con la gente. Pregunten a las personas que puedan estar más directamente afectadas y tomen en consideración sus propuestas. Estimulen la co-responsabilidad y la inteligencia colectiva. Fomenten la participación de la gente (ciudadanía, empleados, etc.) no solo para la búsqueda de soluciones, sino también para su posterior sostenibilidad. Lideren fomentando la participación, la comunicación y la pedagogía.

1.4. Examinen las fortalezas y debilidades de cada punto crítico, desde el punto de vista de eventuales contagios. Piensen , además, en términos de oportunidades de futuro que ayuden a la prevención; y en términos de amenazas de futuro que pueden aumentar los riesgos.

1.5. Establezcan objetivos claros cuyo cumplimiento pueda ser medido o, cuando menos, que pueda estar respaldado por evidencias concretas. Decidan las medidas a aplicar, marquen plazos, asignen responsabilidades, diseñen procedimientos organizativos y de supervisión, calculen los costes asociados e identifiquen sus fuentes de financiación. No se demoren y actúen con rapidez y determinación.

Analizando de forma sistemática y participativa punto crítico por punto crítico se construye un plan integral de protección, tanto a nivel de localidad como de cada subsistema concreto (centros de trabajo, edificios, espacios públicos y privados…).

Para terminar, expongo una lista abierta de puntos críticos genéricos, primero a nivel de localidades, y, en segundo lugar, a nivel de centros de trabajo y edificaciones que pueden ayudarle a su identificación concreta:

2. Puntos críticos en municipios

2.1. Espaciales

  • Sanitarios: ambulatorios, centros de especialidades, hospitales, clínicas, etc.
  • Educativos: guarderías, casas de niños, escuelas infantiles, colegios, institutos, academias, etc.
  • Comerciales y empresariales:
    • Tiendas, supermercados, grandes y medianas superficies, mercadillos, etc.
    • Bancos y Cajas de Ahorro.
    • Establecimientos de Hostelería, Ocio y Restauración (hoteles, pensiones, casas rurales, bares, restaurantes, discotecas, clubes, etc.).
    • Polígonos industriales, edificios de oficinas, etc.
  • Medios de transporte (autobuses, trenes, metro, taxis, bicicletas y patinetes de alquiler, etc.).
  • Personas mayores: centros de Jubilados, de Personas mayores, residencias de la Tercera edad, etc.
  • Asistenciales: centros de Servicios Sociales, centros de Día y residencias para personas con discapacidades.
  • Cívicos, culturales, deportivos y de ocio:
    • Centros cívicos y culturales, de Infancia, de Juventud, etc.
    • Bibliotecas, auditorios, etc.
    • Polideportivos, piscinas, gimnasios, pistas y canchas deportivas de diverso tipo, cubiertas y al aire libre.
  • De interés turístico:
    • Museos, monumentos, edificios históricos, etc.
    • Enclaves naturales, miradores, rutas de senderismo, etc.
  • Religiosos (iglesias, mezquitas y centros de culto en general).
  • Zonas administrativas municipales (zonas comunes, concejalías, despachos, almacenes, talleres, etc.).
  • Centros de protección de animales, perreras, cuadras, etc.
  • Zonas exteriores de tránsito y encuentro (calles, plazas, paseos, carriles bici, parques, áreas de juego para la infancia, etc.).
  • Mobiliario urbano (papeleras, bancos, fuentes, columpios, aparatos de gimnasia en parques, marquesinas, buzones, etc.).
  • Otros

2.2. Espacio-temporales

  • Fiestas locales y barriales.
  • Manifestaciones y concentraciones.
  • Competiciones deportivas.
  • Espectáculos cubiertos y/o al aire libre.
  • Procesiones religiosas.
  • Otros rituales y celebraciones (cumpleaños, bautizos, bodas, funerales, despedidas de solteros, quintos, etc.).
  • Mercadillos.
  • Otros.

2.3. Otras prácticas sociales relevantes

  • Saludos y manifestaciones de afecto: besarse, estrecharse las manos, abrazarse, etc.
  • Proximidad física en las conversaciones.
  • Reunirse en bares, restaurantes, discotecas, clubes, etc.
  • Salir de compras, manipular mercaderías en tiendas y supermercados, etc.
  • Salir a la calle y reunirse en espacios públicos con la llegada del buen tiempo.
  • Juego libre infantil.
  • Reuniones de adolescentes.
  • Otros.

2.4. Otras circunstancias sobrevenidas

  • Delitos.
  • Accidentes.
  • Catástrofes naturales.
  • Otros.

3. Puntos críticos en centros de trabajo y edificaciones

3.1. Espaciales

  • Hall, oficinas, despachos, salas de reunión.
  • Recepción, conserjería y otros puntos de atención al público.
  • Aulas.
  • Aseos y vestuarios.
  • Laboratorios, talleres, cadenas de montaje y zonas de producción en general.
  • Almacenes, dársenas y otras zonas de carga y descarga.
  • Cocinas, cafeterías, salas de descanso.
  • Gimnasios, áreas deportivas y/o de recreo.
  • Terrazas.
  • Zonas ajardinadas, senderos, mobiliario exterior.
  • Aparcamientos y garajes.
  • Pasillos, escaleras y ascensores.
  • Dormitorios, salas de estar.
  • Mobiliario.
  • Material de oficina.
  • Equipos y maquinaria.
  • Vehículos.
  • Materias primas.
  • Alimentos.
  • Otros.

3.2. Espacio-temporales

  • Horarios de entradas y salidas.
  • Horarios de desayuno, almuerzo, descansos, recreos, etc.
  • Entrevistas y reuniones.
  • Otras actividades en equipo que exigen proximidad y/o interacción física.
  • Clases presenciales.
  • Manipulación de mercaderías.
  • Manipulación de utensilios y bienes de uso compartido en general.
  • Otros.

F. Javier Malagón

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Desescalada responsable

En España son cada vez más las voces que reclaman cierto grado de apertura y flexibilización de las medidas de confinamiento y restricción de la movilidad como consecuencia del COVID-19. Es lógico que así suceda y también que cada vez sea más difícil mantener una disciplina social estricta.

No es suficiente con imponer restricciones y aplicar controles policiales y sanitarios. La comunicación y la pedagogía son claves. Pero no sólo una comunicación unidireccional basada en la transmisión de prescripciones, sino también una comunicación basada en el diálogo, la participación y la inteligencia colectiva de la ciudadanía.

Conforme llega el buen tiempo y se aproxima el verano crece la inquietud, sobre todo en torno a las actividades turísticas. Alcaldes, empresarios… expresan su voluntad de aplicar medidas que aseguren entornos saludables y permitan hasta cierto punto la movilidad y la recuperación de la actividad económica y el empleo. Sin embargo, al menos en algunos territorios, parece cundir la sensación de que desde las instituciones de gobierno no hay suficiente interlocución ni liderazgo para coordinar estas actuaciones.

Es urgente corregir esta situación porque tan poco recomendable es la parálisis como que cada cual actúe por su cuenta. Todos sabemos y aceptamos que la desescalada será gradual y asimétrica, dependiendo del impacto de la pandemia. Pero no podemos dejarnos arrastrar por esquemas de pensamiento simplistas. Las zonas que hasta ahora se precian de tener menos riesgo van a ser también las que van a atraer a más gente, lo cual puede invertir su situación y convertirlas en trampas mortales. No es una metáfora.

Cuanto antes hay que construir una «nueva normalidad» que abarque -con criterios sanitarios, económicos y sociales- muchos aspectos de la vida cotidiana. Es necesaria, imprescindible, una visión global, sistémica, que articule y de coherencia a las medidas que deban aplicarse no solo dentro de un hotel o de un restaurante, sino en el conjunto de una localidad o de un determinado territorio.

Esto no se logra de un día para otro. Tampoco se hace sin participación y comunicación con la ciudadanía y los diversos agentes sociales. Por eso el nerviosismo es comprensible. Ignorar los riesgos y no anticiparse a los problemas hace que luego éstos sean más difíciles de resolver. Estamos tardando en elaborar participativamente planes para generar entornos seguros y saludables en localidades y organizaciones.

F. Javier Malagón

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Momento kairós

En la filosofía griega la palabra Kairós designa la idea de un periodo de tiempo indeterminado en el que algo importante sucede, un momento adecuado u oportuno para algún fin. Esta nueva época marcada por la pandemia del coronavirus puede entenderse como un momento de este tipo.

En la prensa y en las redes sociales abundan las reflexiones y los alegatos a favor de aprovechar este momento de crisis para aprender, sacar conclusiones y adoptar un nuevo rumbo en la sociedad, cada cual según su ideología o sus preferencias morales.

Hay quien ve la oportunidad de fortalecer los servicios públicos, otros inciden en que ha llegado el momento de cuestionar nuestros modos de vida para hacerlos más ecológicos y sostenibles. También se habla de transformar nuestras relaciones para que sean más solidarias y menos individualistas. Otros lo ven como una oportunidad para aligerar a las empresas de impuestos y restricciones que lastran su competitividad. Tampoco faltan quienes apuestan por redimirnos y congraciarnos con Dios e, incluso, quienes ven la oportunidad de «recuperar España» echando abajo a un gobierno que tildan de «socialcomunista».

En la cabeza de todos está que las cosas van a cambiar en muchos aspectos aunque cada cual hace sus apuestas según la visión de la realidad que tiene y, sobre todo, conforme a sus deseos. Lo cierto es que cuando acontecen catástrofes de esta envergadura se abren muchos caminos en nuestras mentes, pero no todos son igual de probables en la realidad. Las crisis implican amenazas y oportunidades, pero no todos los actores tienen la misma capacidad de empujar las cosas en la dirección que desean.

Soy de los que piensan que en el plano macrosocial existen leyes históricas que condicionan lo que se puede y lo que no se puede lograr; pero también de los que creen que las cosas pueden decantarse más en un sentido u otro según las opciones y las prácticas conscientes y responsables que adoptemos los seres humanos.

Se abre por tanto un periodo de incertidumbre también en lo que respecta al rumbo que tomarán las sociedades. Los que creemos en la libertad, en las sociedades abiertas, igualitarias y sostenibles, en la democracia y en los derechos humanos no podemos dormirnos en los laureles porque lo poco o mucho que se haya avanzado en las últimas décadas está en serio riesgo de involución, no solo porque hay trolls de distintas cavernas que han visto la oportunidad de salir de caza, sino también porque la sociedad digital va a experimentar un gran salto y no todo lo que trae consigo son soluciones.

F. Javier Malagón

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Difícil, aunque necesario

Desde que el Gobierno mencionó los Pactos de la Moncloa (1977) para anunciar su intención de convocar al resto de partidos y a los agentes sociales a un gran acuerdo de Estado venimos escuchando diversas manifestaciones al respecto.

Los partidos de la derecha, Vox y PP, acusan al Gobierno de no tener voluntad real de alcanzar dicho acuerdo y de utilizarlo como señuelo para ocultar sus errores. Se señala también que ese acuerdo es imposible con Unidas Podemos en el Gobierno.

Como alternativa, algunas voces -no sólo desde los partidos de la derecha- han abogado por un gobierno de concentración o «emergencia nacional» pero sin explicar cómo podría lograrse, declaraciones que han hecho suponer a otros que se trataba de una ambigua llamada a un golpe de estado.

Los partidos nacionalistas y a la izquierda del PSOE, así como los sindicatos mayoritarios, UGT y CC.OO., no se han desmarcado tanto de la propuesta, pero han expresado su incomodidad por utilizar los Pactos de la Moncloa como referencia.

Han criticado sobre todo dos aspectos: 1) no estamos en las mismas circunstancias, pues entonces se vivía bajo la amenaza constante de una regresión a la dictadura; y 2) aquellos pactos provocaron una grave erosión en la protección social y laboral de los trabajadores, justo lo que ahora se debería evitar.

Desde el Gobierno se ha matizado que esa referencia histórica no ha sido tanto por su contenido, como por su espíritu a la hora de alcanzar grandes acuerdos para hacer frente a una difícil situación.

Por su parte Ciudadanos ha tendido su mano al Gobierno y al PSOE para lograr ese gran acuerdo de Estado advirtiendo, eso sí, que será exigente tanto en su negociación como en su cumplimiento.

Posiblemente, todas las partes tienen buenas razones para expresar sus críticas y su escepticismo; como también las tiene el Gobierno de coalición para ganar tiempo e implementar medidas de urgencia que no queden bloqueadas por un incierto proceso de negociación.

Sin embargo, también deberían tener buenas razones para conseguir que no quede bloqueado el camino a los acuerdos que la sociedad necesita (y los necesita con rapidez).

Algunos medios y comentaristas dan de antemano por fracasado el intento del Gobierno. Hay probabilidades de que así suceda, pero es igualmente cierto que en los momentos previos a una negociación competitiva es frecuente que las partes expresen con rigidez sus posiciones para ponérselo difícil al adversario y erosionar sus objetivos.

Sin duda, los contenidos de la negociación son fundamentales. Pero antes incluso es necesario construir el marco adecuado para que esa negociación no sólo pueda tener lugar, sino también que pueda llevarse a cabo con éxito. Sería malo no negociar, peor aún que la negociación fracasara, pero sería pésimo que se llegara a malos acuerdos.

Por eso deberían alcanzarse a través de una negociación inclusiva y colaborativa (win-win), más que en una negociación basada en excluir unos a otros y debilitar al adversario sólo para rebañarle concesiones. Este camino no produciría buenos acuerdos, ni eficaces ni sostenibles, si es que llegaran a alcanzarse.

Es inevitable, y necesario para la democracia, que los partidos tengan intereses partidistas, en el sentido de que tienen que hacer balances de costes y beneficios para sus propias siglas, obrando en consecuencia. Otra cosa sería una ingenuidad.

Lo que hay que pedirles a sus dirigentes es que, además, tengan inteligencia y altura de miras. Inteligencia para no jugárselo todo en el regate corto, pues según cómo ganen hoy, así es que pueden perder mucho más mañana; y altura de miras para pensar no solo en lo que su partido necesita, sino en lo que le conviene a una sociedad democrática en su conjunto bajo las circunstancias del presente y las que vengan en el futuro.

Por otro lado, tampoco nadie debería pretender que, en aras de la unidad, quede cancelado el debate democrático y la legítima crítica entre Actores. No es aceptable que en democracia esto tenga que dejarse para mañana, cuando se hayan superado las dificultades, máxime cuando éstas pueden instalarse en la sociedad a largo plazo.

Conciliar cooperación, crítica y competitividad entre partidos y agentes sociales sólo se puede hacer con la mediación de actores hábiles con actitudes y reglas de comunicación adecuadas, que ahora más que nunca deberían ser políticamente correctas.

F. Javier Malagón

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Mediaciones necesarias

En las democracias es fundamental el papel de los partidos políticos y de las instituciones de gobierno como mediaciones de los intereses de la ciudadanía. Sin embargo, la buena salud democrática depende, además, de que exista una Sociedad Civil fuerte capaz de expresarse y actuar a través de una amplia variedad de organizaciones: medios de comunicación, sindicatos, empresas, asociaciones, ONG, universidades, entidades religiosas, movimientos ciudadanos…

La existencia de un tejido social fuerte, autónomo y diverso tiene especial importancia en épocas de crisis como la que estamos viviendo. Ningún gobierno democrático puede, ni debe, pretender que se pueden resolver todos los problemas y necesidades sólo con los medios del Estado. Es necesario contar con la ciudadanía y sus mediaciones, relativizar diferencias, dialogar, llegar a acuerdos, apoyarse unos a otros y trabajar conjuntamente.

Por su parte, las entidades de la Sociedad Civil deben exigir que se las tenga en cuenta pues, a menudo en aspectos concretos, aportan soluciones de manera más rápida y eficaz que las Administraciones Públicas. En especial no puedo dejar de referirme a las ONG que trabajan en países en desarrollo y en crisis humanitarias, pero también al capital humano, de conocimiento y recursos materiales que existen en empresas y entidades sin ánimo de lucro repartidas por todo el país.

No se trata solo de paliar problemas asistenciales y sanitarios, sino también de enfrentar los desafíos políticos con la participación de la ciudadanía. Frente al espectáculo diario de enfrentamiento que ofrecen los partidos, es necesario que en pueblos y ciudades se eleven nuevas voces que enriquezcan el debate público y que puedan hacerlo, además, con un sentido crítico constructivo dándonos ejemplo a todos los demás.

En especial, me parece importante señalar el papel de las universidades en la imprescindible tarea de co-construir con otros actores nuevos espacios de comunicación, abiertos a la ciudadanía, en los que la reflexión científicamente fundamentada y el diálogo sereno sean posibles y puedan contribuir a que se abra paso transversalmente, en el ámbito político y en el conjunto de la sociedad, la racionalidad y el consenso que estos momentos demandan.

No hay otro camino de salida, cualquier alternativa basada en la imposición de unos intereses sobre otros sólo conducirá a que el desastre se agrave.

F. Javier Malagón

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Y tú ¿qué puedes hacer?

Cada día, desde que estalló la crisis provocada por el COVID-19, comprobamos la enorme altura moral y el esfuerzo ímprobo desplegado por los profesionales sanitarios. Con ellos, otros profesionales dan ejemplo de resistencia, entrega y responsabilidad: policías y militares, bedeles, personal de limpieza, de supermercados y establecimientos de alimentación, repartidores a domicilio, taxistas, conductores de autobús, empresarios, docentes…

Las imágenes y testimonios que nos llegan a través de los medios de comunicación, y la experiencia directa con muchas de estas personas, invitan a reflexionar acerca de qué es ser un buen profesional. Desde luego, en parte supone conocer tu oficio y desempeñarlo de manera eficaz y eficiente. Pero también implica desempeñarlo con valores de servicio, sacrificando incluso tus intereses inmediatos por los demás.

Todo se puede hacer mejor, si contamos con los medios adecuados. Pero no contar con ellos no puede ser excusa para no dar lo mejor de ti mismo en circunstancias en las que muchas vidas y la convivencia misma están en juego. En adelante va a ser muy necesario acordarse de esto, porque superar esta crisis nos va a exigir a todos -políticos, empresarios, trabajadores, ciudadanía en general- mucha generosidad y altura de miras.

Difícilmente se podrá hacer sin un espíritu de concertación democrática basado en la empatía, el apoyo mutuo y la justicia redistributiva.

F. Javier Malagón

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Escenarios alternativos

Anta la incertidumbre que está provocando la actual crisis del coronavirus las organizaciones deben prepararse para escenarios alternativos a corto, medio y largo plazo. No es sencillo, pero es muy conveniente para sobreponerse a las circunstancias.

Los gestores de administraciones públicas, empresas, ONGs y entidades de diverso tipo estamos muy ocupados haciendo frente a lo inmediato de la mejor manera posible. Sin embargo, cuanto antes se afronte la tarea de imaginar distintos escenarios de futuro con mayor facilidad podremos estar preparados para afrontarlos.

Para ello son claves la imaginación, fundamentada en el análisis racional de los datos y la anticipación, evitando caer en el sesgo «bola de cristal», es decir, manteniendo abiertas distintas posibilidades.

El gobierno de España a través de sus portavoces ha dejado entrever que tiene equipos trabajando en los escenarios alternativos a los que puede conducirnos la pandemia. Desconozco en qué términos pueden estar haciéndolo, pero creo que, grosso modo, pueden suponerse tres escenarios básicos:

– Escenario «optimista» (¿lo que la mayoría deseamos?): la pandemia remite significativamente; la sociedad recupera progresivamente su pulso de actividad normal y se remonta con relativo éxito el deterioro que han sufrido la economía y el empleo. Las adaptaciones y cambios como consecuencia de la experiencia vivida logran acometerse en un clima de relativa estabilidad económica, política y social a medio y largo plazo.

– Escenario «pesimista» (¿lo que la mayoría tememos?): se producen rebrotes de la pandemia que vuelven a poner en jaque al conjunto de la sociedad y colapsa sus instituciones; la crisis sanitaria se complica en extremo con una crisis económica, política y social sin precedentes desde la 2ª Guerra Mundial; cunden el pánico, la desesperación y el conflicto hasta el punto de romper la convivencia democrática y desestructurar gravemente al país.

– Escenario «intermedio» (¿lo que la mayoría esperamos?): la crisis sanitaria se extiende en el tiempo obligando a implantar a medio plazo medidas que restringen la movilidad y las actividades; la crisis económica se agrava, si bien en un clima de frágil consenso político logran adoptarse medidas de rescate social y reactivación de las empresas que atemperan la situación pero que son insuficientes; se producen adaptaciones en la manera de funcionar de las instituciones y de la sociedad en su conjunto, pero las reformas tardan en llegar y crecen las tensiones políticas, sociales y territoriales.

Entre estos escenarios podrían situarse otros de transición, con oscilaciones inciertas en todos los sentidos a lo largo del tiempo.

Tener a la vista una hipótesis de escenarios es el primer paso. Después hay que imaginar:

a) cómo reorganizar los procesos, actividades y recursos que ya existen, de manera que aumenten sus márgenes de adaptabilidad a distintas circunstancias (¿cómo seguiríamos adelante con lo que tenemos si sucede tal situación?); y

b) qué nuevos procesos, actividades y recursos se necesitan para afrontar cada escenario (¿qué necesitamos que no tenemos ahora si sucede tal situación?)

Como es lógico, cualquier gobierno tiene que gestionar prudentemente su comunicación pública para no asustar a la población. Lo peor que se puede hacer es transmitir a la gente que los problemas escapan a su control, aunque esto pueda estar sucediendo en alguna medida. No es un problema sólo de honestidad sino también de responsabilidad, porque cuando el miedo y la conducta desordenada se apoderan de millones de personas los problemas se complican exponencialmente.

Pero esto no debería ser óbice para que las organizaciones políticas, económicas y sociales, y los propios individuos y nuestras familias, reflexionemos sobre cómo afrontar con lucidez los distintos escenarios a los que puede conducir esta crisis. Instalarnos en una idea fija de cómo van a ser las cosas, sea más positiva o negativa según nuestras preferencias, no nos va a ayudar. Improvisar conforme a lo que vaya llegando, tampoco.

F. Javier Malagón

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Espíritu de consenso

Estos días se habla de construir un gran acuerdo nacional, social y económico, similar al que tuvo lugar en 1977 impulsado por el gobierno de la UCD y que pasó a la posteridad con el nombre de «Pactos de la Moncloa».

Sin duda, la crisis provocada por el COVID-19 exige mucha altura de miras a políticos, representantes de la sociedad civil y a la ciudadanía en general, no solo para afrontar las graves consecuencias sanitarias y sociales que está provocando, sino también para prevenir futuras catástrofes epidémicas, y de otros tipos, que son una amenaza cierta y probable bajo las condiciones que está generando el calentamiento global.

Las sociedades debemos afrontar una seria reflexión acerca de dónde venimos y a dónde vamos pero, sobre todo, debemos consensuar la dirección en la que queremos avanzar.

Estamos viendo a gobiernos y líderes de opinión que, con mayor o menor habilidad y éxito, se aprestan pese a todo al objetivo de salvar el máximo de vidas, intentando no dejar a nadie atrás; otros, en cambio, se muestran ambiguos y sugieren con su actitud que tienen asumida la tesis de que es «inevitable» que muera quien no sea capaz de salir adelante con sus propios medios.

En España, afortunadamente estamos aún dentro del primer paradigma. Pero no conviene echar las campanas al vuelo porque las cosas podrían cambiar, sobre todo si la clase política y los representantes sociales y económicos no demuestran pronto capacidad de acuerdo para hacer frente a las subsiguientes etapas de la crisis sanitaria y a la gravísima recesión económica que se nos viene encima.

Es imprescindible que se alcancen acuerdos en los que se conjuguen protección social, dinamización económica, fortalecimiento del Estado y de la sociedad civil, transformación digital, respuesta medioambiental, modernización educativa y libertades públicas. Los acuerdos generales y concretos son necesarios, como también lo es el clima de concertación que se logre instaurar en la sociedad gracias a ellos.

Las profundas transformaciones a las que debemos abocarnos necesitarán mucha capacidad de diálogo constructivo, negociación colaborativa y acuerdo sostenible; no sólo en las más altas cúpulas políticas, empresariales y sindicales, sino en el día a día de muchas organizaciones (empresas, ayuntamientos, escuelas y universidades…).

En particular, la transformación digital no implica sólo sustituir máquinas y programas sino acometer la reestructuración completa de organizaciones y modelos de actividad, para lo cual se necesita mucha capacidad de comunicación, integrando a la gente como sujetos activos de los procesos.

El espíritu de consenso debería atravesar e implicar al conjunto de la sociedad para que los cambios beneficien a todos y sean posibles y duraderos.

F. Javier Malagón

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Impulso hacia el mañana

La crisis global provocada por el COVID-19 está provocando que el proceso de transformación digital de las sociedades experimente un nuevo impulso ¿Inesperado? en parte sí porque a la mayoría de los gobiernos y sociedades civiles les ha pillado desprevenidos. Pero en parte no, porque la comunidad científica e instituciones internacionales ya venían advirtiendo desde hace tiempo que esto podía suceder.

Gobiernos y comunidad científica están aplicado estrategias de Big Data e Inteligencia Artificial para frenar la pandemia. Organizaciones de todo tipo (administraciones públicas, empresas, universidades y centros educativos, ONG…) y la población en general estamos haciendo un uso intensivo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para teletrabajar, comunicarnos con otras personas y proveernos de información debido a las medidas de distanciamiento social.

Son muchas las conclusiones y aprendizajes que pueden extraerse de esta crisis. Señalo aquí tres bastante obvias:

1) ninguna sociedad está totalmente libre de epidemias catastróficas;

2) para afrontar riesgos presentes y futuros la sociedad debe avanzar rápidamente en su modernización tecno-científica aplicada a todo tipo de organizaciones y actividades; y

3) los objetivos fundamentales a resolver en circunstancias de este tipo son: a) salvar vidas humanas y proteger a la población, tanto a nivel sanitario como social, b) garantizar la gobernanza y el funcionamiento eficaz de las instituciones del Estado, c) fortalecer el espíritu de resistencia, la disciplina y la colaboración de la ciudadanía y d) mantener la actividad económica.

2020 quedará registrado en los libros de historia como el año que marcó un cambio de época en muchos aspectos, ocupando el factor tecnológico un lugar central en la reorganización completa de países y sociedades en el marco de la Cuarta Revolución Industrial.

Muchas cosas van a cambiar. Algunas, muy importantes, es posible que a mejor, si se implementan políticas de rescate y protección social de amplio alcance, se fortalecen los servicios públicos, se impulsan respuestas al cambio climático y se dinamizan y diversifican las economías nacionales.

Pero habrá otras que pueden continuar empeorando, incluso con mayor rapidez, sobre todo si la polarización política no se corrige, las desigualdades sociales siguen creciendo, la movilidad social y geográfica se restringe y, en aras de la seguridad, se erosionan los derechos y las libertades democráticas.

Más que nunca en los últimos cuarenta años, es fundamental que entre todos decidamos qué tipo de sociedad queremos ser, no en un horizonte utópico o de largo plazo, sino mañana, porque el mañana ya es hoy.

F. Javier Malagón

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Referencia para citas:

Malagón, F.J., 2020. “Impulso hacia el mañana”. [Blog] F. Javier Malagón, Disponible en: <https://fjaviermalagon.com/2020/04/05/impulso-hacia-el-manana/> [Último acceso: …/…/…]